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Milei: el pasado viene por nosotros, por Eduardo Villanueva

“La lección de EEUU y de Brasil es que estos populismos arrebatados no suelen ser muy efectivos y terminan más al servicio del ego del ‘mesías’, que en beneficio de los liderados...”.

La victoria de Javier Milei en Argentina trae consigo la cuestión del populismo furioso, que comenzó con Donald Trump y tiene en el argentino el segundo imitador regional. Capitalizar el hartazgo a través de una performance que utiliza la ira latente contra aquellos que siempre parecen ganar es parte de este tipo de populismo.

Trump usó el desafecto del liberalismo con las necesidades materiales, y su priorización de demandas inmateriales, para ganar en zonas desindustrializadas en las que la postergación era tanto social como política. La ira fue el mecanismo para romper con la “normalidad” política, el consenso alrededor de cierta comprensión de lo que debía hacer. En Argentina, tras 16 años el peronismo, no estaba en condiciones de ofrecerse como solución a problemas económicos y de corrupción.

Los ataques de Milei contra el consenso sobre la dictadura militar o los servicios públicos son similares a la ira que Trump proponía sobre la globalización o el reconocimiento de minorías sexuales. No es que se tenga que estar en contra de ellas, sino que la sensación de postergación a cambio de valores que no son del inmediato interés de sectores amplios de la sociedad, es usada como motivo de la ira, y canalizados electoralmente.

La lección de EEUU y de Brasil es que estos populismos arrebatados no suelen ser muy efectivos y terminan más al servicio del ego del “mesías”, que en beneficio de los liderados. El gran éxito ha sido, en ambos casos, movilizar a muchos conversos hacia la destrucción de la democracia. Milei, proponiendo violencia como contrapeso al consenso elitista, apunta en esa dirección. Dicho en corto: la pretensión de estos populismos autoritarios ha sido encarnar la voluntad general, pero han terminado siendo no mucho más que la voluntad particular del líder. 

¿Qué puede significar esto en el Perú? El último intento de liderar “desde el pueblo” se estrelló con sus propias limitaciones y su estrecha, arcaica definición de pueblo. Nos gobierna la cosplayer que no se compromete con nada para que la coalición oportunista del Congreso no la saque. Esta coalición intenta redefinir nuestra polity a través de la bicameralidad y la reelección congresal, que fueron rechazadas aplastantemente hace apenas cinco años.

La puerta está abierta para un populista de la furia pero en contra de un gobierno al servicio de sí mismo. Un populista de ese cuño nos ofrecerá un paraíso de su propia creación, mientras movilice a las masas contra aquello que le desagrade o le estorbe, solo para limpiar su camino. Y por un rato, parecerá encarnar la voluntad general, la que luego comprará. Y sea de izquierda o derecha, llegará lleno de ruido y furia, que al final significarán nada.

¿Acaso se puede creer que bicameralidad y reelección por sí solas mejorarán todo el sistema político y la calidad de nuestros representantes?

Eduardo Villanueva Mansilla

Profesor principal del departamento de Comunicaciones de la PUCP. Investiga sobre política y desigualdades digitales, y el contacto de estas con prácticas de la cultura digital, desde memes hasta TikTok.