En el escenario actual el pueblo ya está harto, siente cólera y vive desesperado, pues la crisis social ha llevado a millones de personas a sufrir hambre y desempleo, mientras que la confianza en el Gobierno y el Congreso se ha erosionado por los escándalos de corrupción que han salido a la luz. El 90% de la población desaprueba la conducción presidencial, así como la actuación del Congreso.
Ante esta situación desastrosa, la derecha política ha visto una oportunidad para ganar posiciones y presentar el aumento de la delincuencia como primordial, pero elude los problemas sociales de fondo que provocan dicho incremento.
En su visión autoritaria, sus voceros argumentan que se necesita un Gobierno de mano dura que imponga orden, aunque se haga a expensas de las libertades democráticas y la participación ciudadana.
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El enfoque se centra en la lucha contra la delincuencia, explotando el temor y generando odio en lugar de abordar la raíz del problema, que es el hambre y la pobreza masiva. El ataque indiscriminado a los migrantes venezolanos en la prensa y redes sociales produce la creencia de que estos son los exclusivos culpables del aumento de los robos, asaltos y asesinatos.
La desconfianza en los políticos es generalizada, así como la idea de su escasa capacidad para resolver problemas. Algunos se preparan para las elecciones del 2026, pero la desconfianza en ellos persiste. En este contexto han surgido figuras mediáticas, líderes improvisados y desvergonzados que buscan aprovechar la coyuntura. Estos individuos carecen de trayectoria política sólida y no representan la genuina voluntad del pueblo. Jamás pusieron ni un ladrillo por el Perú.
Es importante recordar que un líder auténtico no se crea a través de la publicidad o los medios de comunicación, sino a través de su capacidad organizativa, su comprensión del momento histórico y la apelación a la conciencia de las masas. Los verdaderos líderes democráticos basan su autoridad en la participación popular y no buscan imponerse de manera autoritaria.
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La crisis en Perú va más allá de la simple búsqueda de un cambio de Gobierno: refleja el agotamiento del sistema político y económico actual. La falta de liderazgo es evidente en esta situación y la fractura que se vive es emocional y sociocultural, no solamente económica.
La elección de Pedro Castillo como presidente fue una señal de búsqueda de un cambio en los sectores populares que anhelaban una representación más auténtica.
Para avanzar hacia el futuro más prometedor es esencial que el pueblo y los políticos trabajen juntos por una verdadera democracia que incluya a los movimientos sociales, los trabajadores y los jóvenes. Esto permitiría recuperar la credibilidad en la política, impulsar la aparición de nuevos líderes y construir un Perú más equitativo y próspero.
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