Un régimen que desprecia la vida, por Patricia Paniagua

“Desprecia la vida de quienes hacen frente a diario a la inseguridad ciudadana y sus caras más temidas: el homicidio, la extorsión, el hurto…”.

Esta semana se ha conocido información sobre el costo que el último viaje de la mandataria ha significado para el erario público y, por ende, para todas y todos los peruanos. Más de un millón de soles es la cifra calculada para el desplazamiento y viáticos de su numerosa comitiva y por el costo de alrededor de 36 horas de vuelo del avión presidencial.

Una gira con tres destinos marcados, Alemania, Italia y el Vaticano en un momento terriblemente complejo de la coyuntura nacional e internacional, que responde a su imperiosa necesidad de afirmarse y a una gran cuota de arrogancia, desdén por lo trascendente y una pavorosa predilección por la banalidad del poder, reconocimientos, recepciones y honores militares.

Hay quienes señalan que, frente a la posición razonablemente crítica de las más importantes autoridades de la Iglesia Católica en nuestro país, la intención de su visita al Vaticano sea lograr en apariencia un “respaldo” que no es más que un encuentro protocolar que, inclusive, ha merecido misivas de rechazo como la cursada por los familiares de las víctimas mortales que esperan justicia y el fin de la impunidad de los responsables.

Es claro que este régimen desprecia con sus acciones y omisiones no solo el medio centenar de vidas apagadas y por las que deberá responder más temprano que tarde, sino también la vida de todas y todos los peruanos con su incapacidad para hacer frente a los gravísimos y urgentes problemas que nos agobian y concentrarse en una agenda paralela dirigida a sostenerse. Desprecia la vida de quienes hacen frente a diario a la inseguridad ciudadana y sus caras más temidas: el homicidio, la extorsión, el hurto, etc., y a los que una declaratoria de estado de emergencia no atiende ni protege.

Desprecia la vida de aquel “99% de peruanos y peruanas con seguro” que no acceden a atención ni tratamiento frente a padecimientos oncológicos, de salud mental, de malnutrición en la primera infancia o de aquellas niñas víctimas de violencia sexual que esperan por un Estado más diligente y menos indolente.

Desprecia a quienes padecen la inseguridad alimentaria que priva a diario a los más vulnerables de la alimentación más básica. Desprecia las vidas que se exponen por la informalidad en el transporte con su inacción.

Desprecia con la falta de planificación oportuna y sería frente a los desastres naturales latentes la vida de cada compatriota y más aún de los que viven en condiciones de exclusión. Desprecia también la vida cuando acciones como la evacuación de compatriotas en zona de conflicto es atendida sin ninguna prioridad.

Y la lista sigue. Ese desprecio por la ciudadanía es el que alimenta el rechazo y mantiene en alto la voz, dentro y fuera del país, que le recuerda a este régimen aquello que ninguna gira internacional podrá cambiar: el grito de justicia vencerá frente al desprecio por la vida.