Cada vez se oye y se lee más la palabra retroceso para calificar la actuación del Gobierno (Ejecutivo y Congreso). Una parte de esto tiene que ver con los intentos de desmantelar instituciones, prácticas, normas, establecidas en los pasados 30 años. Otra parte se debe a un tipo de espontaneísmo que lleva directo hacia formas arcaicas de existencia.
Los proyectos de desmantelamiento más ambiciosos hasta ahora han apuntado contra la sociedad abierta, la democracia liberal, y la economía llamada neoliberal. Es más o menos lo que el dúo Castillo-Cerrón traía en la mente en el 2021, más la idea de que todo eso sería un avance, y además fácil de llevar a la práctica. Miren a Perú Libre ahora.
Ahora hay otros desmantelamientos, que no son proyectos, sino actividades en marcha. El trabajo más tenaz, y además multipartidario y plurideológico, viene siendo traerse abajo las reformas educativas. Comenzó en el 2016, y sigue fuerte. Esto viene significando retroceder hacia la educación-negocio que lanzó Alberto Fujimori.
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El retroceso educativo también se da en los contenidos, y lanza debates de otros siglos sobre desigualdad de los sexos, la inexistencia de los géneros, la inconveniencia de la educación sexual, o las virtudes del matrimonio infantil.
Las necesidades de los hogares en la pandemia llevaron a empezar a desmantelar el sistema privado de pensiones, AFP. Este Gobierno ha decidido que mejor que reformar el sistema sería acabar con él, y regresar al monopolio estatal de la captación de aportaciones. Es obvio que el joven ministro MEF no recuerda cómo funcionaba el seguro social del Estado.
Pero no todas las reculadas nacionales vienen siendo tan obvias como la educativa o la previsional. Una más modesta, pero de importantes consecuencias, es el retorno a los métodos introducidos en la política por el fujimontesinismo en su etapa imperial. Se trata, en resumen, de saltarle a la yugular a los sistemas judicial y electoral.
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Para que el anterior retroceso funcione se precisan congresistas, y autoridades en general, capaces de proponer barbaridades con la cara seria y luego defenderlas con los más burdos argumentos. Todo esto apoyado en una razonable confianza en la capacidad de olvido del público. Este tipo de gente domina la escena, y ese es otro retroceso.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).