Rubiales, el jefe, pregunta de sopetón:
-“¿Un piquito?”
Acto seguido, sujeta la cabeza de Jenni Hermoso con ambas manos y le estampa un beso en la boca. La deja de una pieza.
A eso el patrón de la Real Federación Española de Fútbol llama “consentimiento”. Y sigue llamándole “consentimiento” luego de que la jugadora expresara una y otra vez su disgusto por el gesto inesperado, ostensiblemente irrespetuoso.
Lo que está en juego no es tanto la versión de una y otro, porque las imágenes están ahí para verlas, sino el desparpajo del dirigente del fútbol de imponernos su libre albedrío. Y pretender que el amago verbal lo libra de cualquier sanción administrativa y legal.
La faena de Rubiales en la final de la Copa del Mundo fue redonda. Ni bien terminado el partido, el macho alfa no tuvo mejor ocurrencia que tocarse los genitales en señal de júbilo. Compartía el palco VIP con autoridades y con una menor, la infanta Sofía (16 años, al margen del título). Y ante millones de chicos y chicas que vieron el espectáculo por TV en todo el mundo. ¿Qué explicación habrán dado los padres ante el gesto del “jefe” de las futbolistas?
Hay que decirlo con claridad: para Rubiales y muchísimos varones, “robar un beso” a una chica o tocarse los genitales en público eran y son formas habituales de afirmación de la “potencia” masculina, en la sociedad española y en la peruana. ¿No es así? Lo sabemos, lo hemos visto y lo vemos tantas veces en el colegio, en las calles, en eventos públicos.
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Muchos esperan que la mayoría de esos adolescentes, ya en la vida adulta, encuentren y acepten los límites que les impone la sociedad y más aún en estos tiempos en los que tienen que interactuar con colegas, parejas, supervisoras mujeres que no les van a pasar esos “detalles”. Pero no Rubiales (y tantos otros).
Las declaraciones del viernes, cuando todos esperaban su dimisión, fue un pulseo en toda regla. En el mundo en el que se mueve, las cosas se arreglan con exhibición de fuerza. No negocia reglas con sus pares. ¿Por qué habría de hacerlo? Si es el patrón de una federación de la multinacional FIFA.
Para su desgracia, el Estado español entró a ponerle esos límites tan necesarios. Amenazó con la suspensión de Rubiales, vía el Tribunal Administrativo del Deporte (TAD). La FIFA, celosa de su autonomía jurisdiccional, se adelantó: lo suspendió antes.
Este es un triunfo feminista que ha apuntalado la generosa solidaridad de toda la selección, el respaldo de un país (#SeAcabó) y que converge con la conciencia de clase trabajadora de las futbolistas. Ha sido también decisivo que el equipo haya ganado la Copa del Mundo y, claro, tener un gobierno progresista que no se haya hecho el loco.
Mientras esto ocurre en España, en Perú las árbitras de fútbol y futbolistas viven en un entorno laboral misógino y sufren el acoso diario del público, periodistas y redes. Es hora de ponerle un #SeAcabó.
Socióloga y narradora. Exdirectora académica del programa “Pueblos Indígenas y Globalización” del SIT. Observadora de derechos humanos por la OEA-ONU en Haití. Observadora electoral por la OEA en Haití, veedora del Plebiscito por la Paz en Colombia. III Premio de Novela Breve de la Cámara Peruana del Libro por “El hombre que hablaba del cielo”.