Decía el escritor norteamericano Raymundo Carver que el proceso de escribir un relato o un poema nunca pareció muy diferente: Y dice: “Todo lo que escribo tiene un mismo origen, surge de la misma fuente, sea un relato, un ensayo, un poema o un guion. Cuando me pongo a escribir, empiezo literalmente con una frase o con una línea. Siempre necesito tener esa primera línea metida en la cabeza, se trate de un poema o de un relato”.
Y ahora que leo los medios insisto con él: “Más tarde, todo lo demás puede cambiarse, pero esa primera línea se cambia muy pocas veces. De alguna forma me empuja hacia la segunda línea, y después el proceso empieza a cobrar ímpetu y adquirir una dirección. Repaso y modifico muchas veces casi todo lo que escribo; vuelvo atrás y otra vez adelante. No me importa repasar; en realidad disfruto haciéndolo”.
Por ejemplo: “Mientras se imaginaba que era el chihuancco, el pájaro de madrugada, El Paco observó de reojo al cabo Robles quien trataba de reconocer uno a uno a los presos formados en la hilera en el patio frente al galpón de los de Sendero Luminoso cuando ya se hacía de noche. Ya lo habían visto, pero nadie lo relacionó con el ataque al municipio de Huanta. El Paco se había dejado la barba, no solo para ocultarse de sí mismo. Ese atado de rabia que le colgaba debajo del hocico lo denunciaba como un ser diverso desde hace meses.
El cabo Robles ahora se detuvo frente a él y lo observó de pies a cabeza. El Paco recordó entonces que eran como parientes, que se habían criado juntos y que todos creían en el colegio que eran hermanos. El cabo Robles luego estuvo seguro quien era y ni siquiera le habló, tenía los ojos llenos de ira. Lleven a este miserable al hueco, les dijo a sus soldados. El Paco tampoco dijo palabra. Así estuvo toda la noche y la madrugada.
Pensaba en tía Clotilde, la madre del cabo Robles. Seguro que lo convencería para que me deje libre, ella era mi segunda mamá, argumentó en silencio. Y en eso que estaba pensando atado a un viejo armatoste de campo cuando sintió primero un golpe en el pecho, luego la luz de los fusiles y después le llegó lento el sonido bronco. Cuando ya no pudo respirar, observó al cabo Robles que lo miraba con furia desde el montecito, lloraba, cierto, y todo se hizo muy oscuro”.
No escribo de política. Escribo de la vida. Así es la cosa.
Cronista, poeta y profesor en la Universidad de Lima. Estudios en Lingüística y periodismo. Editor en la mayoría de los medios peruanos y corresponsal en revistas del extranjero. Autor de una treintena de libros sobre comunicación, lenguajes alternativos y culturas urbanas. Con premios en Casa de la América y Prensa Latina (Cuba) y Etecom-Perú.