Marcho por mi voto, por Maritza Espinoza
“Por suerte, la torpeza de la DBA y del propio Gobierno, que han convertido esta marcha en un hito político,..”.

Enredados como estamos en estériles discusiones sobre si la marcha de hoy se debería llamar la ‘Toma de Lima’, ‘Marcha por la democracia’, ‘Al rescate del Perú’ o ‘La teta del sapo’, la ciudadanía está perdiendo de vista que la movilización de esta tarde tiene que ser una advertencia a quienes detentan el poder de que, cuidadito, hay un límite que jamás podrán cruzar y que se llama Elecciones Generales 2026.
Es verdad que hay agendas diversas —y hasta contradictorias— en la convocatoria, pero, sopesando de manera realista las movidas de la ultraderecha para copar los organismos electorales, lo que en verdad está en peligro es la limpieza de las elecciones (sea cuando sea que ocurran) y, por tanto, el respeto al voto de cada ciudadano.
Por eso, si tuviera que ponerse un motivo, uno solo, para participar en la marcha de hoy, más allá del pedido de justicia para los muertos de las protestas de diciembre, de la utópica exigencia de cierre del Congreso o del pedido de cuatro despistados para reponer a Pedro Castillo en la presidencia, tendría que ser ese: la inviolabilidad absoluta de las próximas elecciones generales.
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Eso es lo que está en juego, porque a no otra cosa apuntan las recientes trapacerías de los congresistas de todas las bancadas que saben que jamás serían reelectas en unas elecciones limpias. ¿Los peruanos debemos esperar a que sea el 2026 y descubramos que nos han robado ese derecho? Obviamente no y la marcha de hoy es una oportunidad para dejarlo clarito.
Por suerte, la torpeza de la DBA y del propio Gobierno, que han convertido esta marcha en un hito político, garantizan que será mucho más nutrida que las anteriores. La ciudadanía, que hasta el momento se mostraba poco motivada a protestar, se ha galvanizado de pronto. ¿Las razones? El terruqueo indiscriminado de la derecha, los alardes represivos del Gobierno, la estúpida prepotencia del alcalde de Lima y, sobre todo, la parcialidad desvergonzada de los grandes medios. A ellos, nuestras eternas gracias.






