Nuestra historia política no tiene muchos liberales reales como protagonistas. La pasión por el mercado de los liberales económicos fue complementada por la aceptación del Estado de derecho en función de sus objetivos económicos, pero la idea de igualdad ante la ley nunca les interesó mucho.
Estos “liberales”, es decir la derecha económica, protegen sus intereses a través de procesos jurídicos interminables, pero no reconocen mayor importancia a la protección jurídica de la vida o a la urgencia de un Estado con capacidades adecuadas. Ante la discusión sobre la calidad de vida de los peruanos, ha optado por dejarlo todo al mercado, sin considerar que la informalidad hace imposible que el mercado funcione correctamente, y que la única manera de luchar contra la informalidad es un Estado de derecho en todos sus planos, no solo el de la libertad económica.
Ciertamente, el gobierno de Castillo no tenía interés en desarrollar al Estado en dirección alguna, sino en aprovecharse de él. Y ahora con la cosplayer presidencial, podemos estar seguros que no pasará nada al respecto, dado que la supervivencia política de dicha señora depende de dejar libres a muchos grupos diversos haciendo lo que prefieran o les convenga.
Pero el camino de la coalición oportunista que controla el Congreso es particularmente peligroso. Desde feriados arbitrarios hasta protección de acusados de corrupción, todos disparan en la dirección que quieren y se reparten los resultados. El caos crea un torbellino de despropósitos que hace imposible pensar en el Estado de derecho y que permite varios estados de interés, creadores de oportunidades para los distintos grupos que quieren llevarse algo para su molino. No hay política nacional, sino captura del Estado en cómodas cuotas; y hay una puerta abierta para que un interesado en ser dictador aproveche el terreno preparado por todos los demócratas Potemkin que abundan en nuestro Congreso.
Una dictadura así sería como la de Fujimori aggiornado: electo, pero dedicado a la captura del Estado, reduciendo el Estado de derecho a lo mínimo que mantenga contenta a la derecha empresarial, con libertades mínimas como fachada para no sufrir sanciones. Un par de pasos antes de Ortega, quizá un Bukele pro empresarial. Ambigüedad estratégica a nivel de relaciones internacionales, pero clara dedicación a la globalización con algo de populismo y otro tanto de mano dura para contener y contentar a las masas.
Los grandes empresarios, apenas liberales económicos, estarán felices con un dictador disimulado que les proteja la parte del Estado de derecho que les sirva y que mantenga al “comunismo” lejos. Pero eso no será democracia, como ellos no son liberales.
Profesor principal del departamento de Comunicaciones de la PUCP. Investiga sobre política y desigualdades digitales, y el contacto de estas con prácticas de la cultura digital, desde memes hasta TikTok.