En un acto de audacia política, el presidente Guillermo Lasso ha decretado la ‘muerte cruzada’ en Ecuador, es decir que ha activado un mecanismo constitucional por el cual se cumple una suerte de sueño popular que ronda en varios países: “que se vayan todos”. Se irán él y la tumultuosa Asamblea Nacional del país, que estaba a punto de destituirlo.
Pero resulta que, hasta que se asuma el nuevo Ejecutivo, pasarán seis meses, en los cuales Lasso gobernará por decreto, un tiempo en el cual puede tomar decisiones que lo reivindiquen ante la historia o que provoquen la ira ciudadana. Su presente y su futuro político están en la literal cuerda floja, de modo que va a tener que proceder puntillosamente.
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Puede no hacerlo, pero eso le costaría un tumulto callejero donde los indígenas ecuatorianos (grandes actores políticos), y otros colectivos, incendiarían la pradera. Para cualquier mandatario, es mejor salir por una puerta constitucional que lo favorezca un poco (art. 148 de la Constitución, que autoriza la ‘muerte cruzada’), antes que salir humillado por una destitución.
Los hechos ya están consumados, ya no hay vuelta atrás, sobre todo porque las Fuerzas Armadas y policiales han respaldado la medida y han rodeado el Parlamento. No es un autogolpe como el de Alberto Fujimori en 1992, o el intento de Pedro Castillo en diciembre del año pasado. Aun así, lleva la marca de un acto autoritario, porque habrá un tiempo en el cual Lasso casi reinará.
La Corte Constitucional del Ecuador puede neutralizar sus medidas, lo que aumentaría la tormenta. Por añadidura, los partidos o frentes políticos tendrán a la vez que ponerse en marcha hacia la nueva elección, cuya fecha se definirá pronto, algo que alimenta el cóctel de la inestabilidad. El dilema para ellos será salir a protestar o emprender sus campañas a todo motor.
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Encima, el período para el nuevo jefe de Estado y la nueva Asamblea Nacional no será de cuatro años, como normalmente dura el período presidencial. Será de apenas un año y unos meses más, para completar el período de Lasso, que duraba hasta el 2025. ¿Quién se atreve a candidatear para un período tan corto, con el riesgo de no superar las mareas sociales ecuatorianas?
Un nuevo presidente para un lapso tan corto podría terminar incinerado políticamente. Él y su grupo llegarían golpeados a los nuevos comicios que sí dan un mandatario para cuatro años. Sin embargo, Rafael Correa, el expresidente que sigue manejando hilos gordos de poder en su país, ha destilado cierto entusiasmo en un tuit, a pesar de que también sostiene que la medida es ilegal.
La idea, para él, es acabar con Lasso y poner a Revolución Ciudadana, su partido, con más fuerza en el escenario. Este grupo ganó las elecciones ‘seccionales’ (prefectos, alcaldes, concejales) en febrero de este año, y al parecer su previsión es agarrar más viada. Como fuere, en la mitad del mundo todo puede ocurrir, menos que sobrevenga una estabilidad política ejemplar.
Lic. en Comunicación y Mag. en Estudios Culturales. Cobertura periodística: golpe contra Hugo Chávez (2002), acuerdo de paz con las FARC (2015), funeral de Fidel Castro (2016), investidura de D. Trump (2017), entrevista al expresidente José Mujica. Prof. de Relaciones Internac. en la U. Antonio Ruiz de Montoya y Fundación Academia Diplomática. Profesor de Relaciones Internacionales en la Pontificia Universidad Católica del Perú y Fundación Academia Diplomática.