Para las madres

Ayer, en nuestro país, se rindió homenaje a las progenitoras en su día.

“Si de todas las muestras de afecto y de todas las acciones honestas y generosas de las cuales nos sentimos orgullosos se pudiera descubrir el primero y el verdadero germen, lo descubriríamos casi siempre en el corazón de nuestra madre”, escribió con sensible vena el escritor italiano y novelista Edmondo De Amicis.

Hay tantas formas de asumir la maternidad en el Perú, que el Día de la Madre podría corresponder a casi la totalidad de las mujeres e incluso a algunos de los hombres.

Hay mamás que son papás a la vez y padres que reemplazaron a las madres en el hogar y criaron a sus hijos solos. Hay abuelas y tías que criaron a sus parientes como propios; hay madres adoptivas y madres de sangre; hay mujeres que enseñan y educan como verdaderas madres y también las que imparten lecciones de vida en organizaciones de base, en albergues, en comedores populares, criando niños huérfanos o de madres que trabajan, haciendo hasta lo imposible por darles alimento, abrigo, estudio para ellos.

A esta variedad de formas de asumir la maternidad hay que ponerle acento a la entrega que cada una de ellas asume al hacerlo. Son esforzadas, luchan contra la precariedad y la adversidad, se enfrentan contra el peligro y la inseguridad. Siempre atentas a la necesidad, son generosas hasta el exceso, con su tiempo, su cariño, su preocupación.

Esta imagen poderosa de la maternidad nos ha acompañado a lo largo de la vida y nos da pie para, en esta fecha de celebración en el Perú, recordarlas y rendirles merecido homenaje. Y hay mucho por qué hacerlo.

A las madres que trabajan, que buscan aportar al presupuesto familiar para elevar las condiciones de vida de todos; a las profesionales que lograron superar las dificultades de tener hijos e impulsar sus carreras otorgando calidad de tiempo compartido, superando las críticas y la estigmatización de las madres ausentes. 

A las madres que son cabeza de familia y saben el esfuerzo que eso significa; a quienes educaron a sus hijos para que lograran sus sueños; a las mujeres que ambicionaron otro mundo y lucharon para construirlo; a las que rompieron las barreras de la desigualdad y los moldes de una sociedad discriminadora; a todas ellas, ausentes y presentes. Como Napoleón Bonaparte, habría que decir que “el porvenir de un hijo es obra de su madre”.