Un obstáculo para la construcción de soluciones a la crisis peruana radica en la dificultad creciente para concordar una ‘narrativa’ básica común sobre la base de la interpretación razonablemente coincidente de hechos que no dejan mucho espacio para la discrepancia, y la evaluación de estos con criterios consistentes al margen de quiénes sean los protagonistas.
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Dos hechos recientes expresan el problema. El primero es sobre si la decisión de un presidente de disolver el congreso fuera de lo previsto en la constitución fue un golpe de estado. El 7 de diciembre solo fue distinto al 5 de abril en que un golpe fracasó y el otro fue exitoso, pero el discurso de Pedro Castillo para cerrar el congreso copiando a Alberto Fujimori es juzgado de modo diferente pues uno fue de ‘izquierdas’ y el otro de ‘derechas’.
El segundo: el lobby para que Alejandro Toledo siga prófugo tras la sólida acusación de recibir más de US$30 millones de Odebrecht para favorecerla. Un grupo de académicos —en el que destaca Francis Fukuyama— le ha pedido al secretario de estado americano que suspenda su extradición, señalando que hoy no hay condiciones en el Perú para un debido proceso por una turbulencia sin precedentes, la discriminación racial que sufriría por su ‘choledad’, la debilidad del sistema judicial y la salud del sinvergüenza, así como por la gran contribución de su presidencia a la democracia. Con esa lógica, Fujimori no debió ser extraditado de Chile ni condenado. Con esos criterios, ni siquiera se debería pagar una papeleta de tránsito por una luz roja.
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Como Fox News cuando adoptó deliberadamente las mentiras de Trump sobre el infundado fraude electoral, o quienes negaban el triunfo de Castillo, cuando lo mismo se ve diferente o se evalúa tan distinto, suele ser por falta de información o porque se piensa que la causa que se defiende es tan valiosa que justifica hasta alterar la realidad y evitar acercarse a noticias o mensajeros que se sospeche que hagan correr el riesgo de contaminar ‘la verdad’ predeterminada, con la que se tiene un compromiso, lo que nubla la razón y promueve la deshonestidad intelectual.
No hay que rendirse al desafío de buscar la verdad, entre la mentira, y el doble estándar del que ya tiene la suya.
Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.