Opinión

¡Que renuncie!, dijo la reina

“La tarea de esta hora es producir una elección adelantada, con reglas algo mejores que las existentes. Si se precipita un sainete de renuncias y reemplazos, se producirá una situación de pronóstico reservado”.

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Una congresista más o menos de izquierda reclama la renuncia de Dina Boluarte, con el argumento que la más reciente encuesta lo pide a gritos. Sin embargo, al Congreso le va mucho peor en las encuestas, lo cual no parece afectar a la parlamentaria. Esta es la hora del pedido de renuncias por todo el país, y ella no quiere estar ausente.

La popular expresión “que se vayan todos” es en el fondo el pedido de una renuncia universal en la esfera de los funcionarios elegidos. También expresa el deseo de cambiar a los que están por otros que todavía no se conocen. Luego está el hartazgo, y por tanto el deseo de que la propia política desaparezca, reemplazada por otro tipo de juego.

Hay dos impulsos en esto. Uno es castigar a quien ha cometido algo, o no ha estado a la altura de su encargo. Otro es abrirle camino a lo que se considera una mejor opción, por lo general una persona ligada a quien reclama la renuncia. Algo así como los punitivos y los aconchabados. En lo primero opera el derecho; en lo segundo casi cualquier argumento.

Frente a Boluarte viene operando sobre todo el primer impulso, es decir, el punitivo, en el sentido de que alguien tiene que pagar los muertos y heridos de estas semanas. Desde un punto de vista ético, probablemente es así. Pero desde la perspectiva política, el reclamo no tiene mucho sentido. ¿Qué se ganaría reemplazando a Boluarte hoy?

Es casi seguro que quienes piden la renuncia de la presidenta van a pedir la renuncia de quien la suceda. Unos porque le confieren al pedido (el de hoy, el de mañana) un timbre justiciero. Otros porque creen que más caos en el espacio público hará que el partido se vaya acercando más al poder del Estado, o de la región, o del municipio.

Esa elección con nuevas reglas es la mejor opción para satisfacer a los descontentos del país. Las demás opciones parecen diseñadas en el laboratorio Castillo-Cerrón.