Roto para descosido

“Les une además una especie de miopía para el reconocimiento de las mayorías sociales, una obstinación por adueñarse del ‘pueblo’ sin vocación real de representarle en su extensión”.

Cada día hablamos u oímos hablar de una crisis política gravísima, de que “esto no da para más” y de una situación “insostenible”. Este tipo de expresiones abundan en los medios de comunicación, las declaraciones de múltiples actores políticos y de muchos ciudadanos y ciudadanas desde hace varios meses.

Pero la crisis parece poder cavarse más profundo, “esto” sigue aguantando y la situación, por increíble que algunos días parezca, se sigue sosteniendo. Esa muerte anunciada de nuestro régimen democrático nunca termina de llegar, al punto de que la sensación de incertidumbre y angustia ha ido dando paso cada vez más a la resignación y la apatía.

Pero ¿cómo es que sigue siendo todo esto sostenible? Quizás porque los actores del Ejecutivo y el Legislativo han seguido fortaleciendo una polarización discursiva (casi siempre sin mayor táctica ni estrategia) que les permite representar roles de adversarios al tiempo que garantizan su supervivencia y permanencia en el poder.

Es este deseo de supervivencia el que facilita la negociación individual (partidos políticos, ¿qué es eso?) con actores de intereses particulares que permiten al Gobierno respirar tranquilo. Por eso, pese a que varios congresistas han dicho “si nos tenemos que ir todos, nos vamos todos”, apenas un puñado de estos han firmado o respaldado públicamente las iniciativas para adelantar elecciones. Por eso, pese a la insistencia en el discurso de que “todos quieren que se vaya el gobierno”, la oposición solo puede permitirse instar a una renuncia presidencial, pues los votos para una vacancia les han sido esquivos y muy probablemente volverían a serlo.

Sumado a ello, lo cierto es que ni Ejecutivo ni Legislativo han dado la talla para la tarea que se les ha encomendado. Si uno gestiona cada vez peor los servicios públicos, haciendo un uso mínimamente cuestionable de sus prerrogativas, el otro no alcanza a aprobar mucho más que “declaratorias de interés nacional” y normativas antireformas.

En una competencia de incompetencia, la única institución pública peor calificada que el Ejecutivo es el Legislativo, y hasta hace pocas semanas la única figura con mayor desaprobación que el presidente Castillo era la ahora expresidenta del Congreso María del Carmen Alva.

Así, diría que nuestros actores políticos son hoy en día, aunque adversarios en su enunciación, roto para descosido.

El problema es que los agujeros que dejan los rotos y descosidos se convierten en agujeros institucionales, de corrupción y de escandaleras cotidianas, en donde las necesidades y preocupaciones de las grandes mayorías se escapan, caen literalmente en saco roto. Lo programático y de políticas no ocupa ningún lugar en la agenda de estos actores. También en eso son roto para descosido.

Les une además una especie de miopía para el reconocimiento de las mayorías sociales, una obstinación por adueñarse del “pueblo” sin vocación real de representarle en su extensión. Mientras para el Gobierno parece que solo existen como ciudadanía aquellos que han sido sus allegados desde el inicio y sus defensores (a quienes estaría dirigida la reciente estrategia comunicacional y de convocatoria de movimientos sociales), para la oposición parlamentaria existen solo quienes se oponen a la continuidad del Gobierno. Los demás, dependiendo de quién hable, somos o golpistas o comunistas.

Pero ese inmenso grupo de peruanos y peruanas existe, y se percibe ignorado por igual por ambos poderes públicos, que se parecen mucho más de lo que se reconocen.

Ese quizás sea nuestro gran problema de fondo y la razón por la que, según las últimas encuestas, un alto porcentaje de personas cree que, sin importar quién gobierne, todo seguirá igual o peor. Porque nuestros actores políticos, de todas las tiendas, son rotos para descosidos.

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Paula Távara

Politóloga, máster en políticas públicas y sociales y en liderazgo político. Servidora pública, profesora universitaria y analista política. Comprometida con la participación política de la mujer y la democracia por sobre todas las cosas. Nada nos prepara para entender al Perú, pero seguimos apostando a construirlo.