Por Hernán Chaparro. Psicólogo social, Facultad de Comunicación, Universidad de Lima
Muchas de las intervenciones del presidente y de sus abogados, durante las últimas semanas, fueron a la defensiva. Pero mirando los recientes mensajes y acciones del mandatario, así como la composición del gabinete, todo indica que esto será matizado con la confrontación populista y amagues o acciones para los que quieren ver más resultados y que hoy solo observan promesas incumplidas.
Ya se sabe que en el Congreso el mandatario tiene el parapeto de votos que lo seguirá respaldando ante una vacancia. Las declaraciones de los lobistas López y Villaverde no han sido definitivas y Silva ha anunciado, vía su abogado, que no tiene información que implique a Castillo.
La probabilidad de algo contundente que lleve a Perú Libre o a las bancadas magisteriales a tomar distancia y apoyar una vacancia, una destitución o alguna otra figura legal que implique menos votos, depende de lo que ocurra con Pacheco y la respectiva investigación de la Fiscalía. El mismo abogado de Pacheco, César Nakazaki, explicó que todavía se está en una etapa de recoger declaraciones y que luego se entrará a una de corroborar lo declarado.
No sabemos la velocidad ni el impacto político que vayan tomando los trascendidos, pero da la impresión de que pasarán varias semanas para ver si se hace público algo que cambie la tendencia en el hemiciclo. El punto es que lo que ahí ocurra ya no luce tan seguro para el presidente. Si hay tiempo, las críticas a la prensa, a la Fiscalía y al Congreso serán más frecuentes, ya vimos este domingo un adelanto.
En ninguno de estos sectores hay santos, muchas veces nuestro racismo se pone en evidencia y en varios se podrá encontrar sesgos o posiciones extremas, pero hay también más de un elemento de sospecha que legitima las investigaciones periodísticas y fiscales.
Pedro Castillo no solo ha seguido alejándose de los que todavía consideran que su elección fue fraudulenta, sino que ha desilusionado a los que lo vieron como el mal menor o gran esperanza. Y hacia ellos va dirigido el nuevo accionar.
Falta medir quiénes respaldan la idea de algunos grupos con relación a un inconstitucional cierre del Congreso (todo indica que una minoría), o cuántos consideran que la investigación de la prensa solo está motivada por sesgos ideológicos, étnicos y/o de clase, pero es plausible pensar que actuar como un presidente confrontacional es lo que esté buscando el mandatario para reconectar con estos sectores.
Buscaría así retomar o reforzar el apoyo político de grupos que siguen sosteniendo que, salvo una constituyente, el resto es ilusión y/o que el presidente tiene investigaciones de todo tipo solo por su origen rural o por ser alguien “del pueblo”.
Pero no todo es política o investigación fiscal. Nuestra cultura política es plebiscitaria y vertical. Se demanda justicia y equidad para las personas con menos recursos, pero hay mucha laxitud con relación a la forma de conseguirla. En el reciente libro del Jurado Nacional de Elecciones (Ciudadanía y electorado en el Perú del Bicentenario) se indica que un 43% consideró, tanto en la encuesta del 2016 como del 2021, que la democracia puede funcionar sin congreso o sin partidos.
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Igualmente, la reciente encuesta de agosto del IEP, cuando pregunta qué presidente fue mejor, si Alberto Fujimori, Juan Velasco Alvarado o Morales Bermúdez, 40% menciona a Fujimori y 38% a Velasco. Es cierto que la pregunta no da más opciones, pero las respuestas no suenan muy republicanas. Hay un sector que está desilusionado porque no ve soluciones.
Un ministro de Economía menos ortodoxo que el anterior, más político, puede que esté a la base de buscar que la inversión pública se reactive y que en algunos sectores se vea avances que legitime con obras al gobierno. El gabinete se refuerza con más voceros que defiendan, pero también con alguien que ofrece la posibilidad de más obras, todo contra el reloj.
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