Durante los últimos 11 meses las apuestas sobre la duración de Castillo en la presidencia fueron muchas. Llega al año contra muchos pronósticos que fueron bien fundamentados. También con momentos en los que algunos señalaron que, en vista de ser inocuo para cualquier propósito, probablemente se quedaría los cinco años. No quiero aparecer con un cartel que sostiene sobre su cabeza el iluminado donde se lee “el fin se acerca”, pero sí anotar algunas señales que por sí solas podrían ser resistidas por Castillo, pero que juntas son un bombazo.
La primera, Castillo está solo. Su obligada renuncia a Perú Libre lo deja en el Congreso con el apoyo del Bloque Magisterial, Perú Democrático y el Perú Bicentenario (los gajos de los que entraron en Perú Libre) que suman, a lo mucho, 22. Con Cambio Democrático (ex JPP) suman 27. No alcanza para salvar una presidencia como bien lo supo Kuczynski.
Cerrón forzó la renuncia de Castillo porque ya cruzó el camino de la traición. Sus 16 votos son vitales y ya tuvo dos oportunidades de mostrar su fuerza. En la Comisión de Fiscalización no se aparecieron a votar y pusieron 11 votos para la censura del ministro del Interior.
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La segunda señal está en la investigada conducta delictiva del presidente y su entorno. La prensa, el Ministerio Público y la Comisión de Fiscalización han acumulado pruebas contundentes contra Juan Silva (¿una maleta con cien grandes no basta?), Bruno Pacheco (con esos whatsapps no queda duda del tráfico de influencias) y los sobrinos (acusados por los colaboradores que coinciden en eso) que colocan al presidente en el centro de la operación mas rápida de asalto al Estado de la que se tenga memoria.
Un gran esquema de colusión de contratos de obra pública en el que juegan empresas chinas y peruanas donde “en tres meses la haces” como dijo el profético Zamir Villaverde cuando grabó a Bruno Pacheco. En resumen, corrupción presidencial real y hasta las orejas. ¿Puede el pleno del Congreso votar en mayoría a favor de un informe que señala al presidente como corrupto y dejarlo en el poder? Esa votación, marcará las siguientes.
La tercera señal está en las movidas del Congreso en las últimas semanas. Están trabajando los mecanismos de reelección parlamentaria. El bicameralismo es el vehículo y están listos para aprobar el dictamen esta semana. Sería la primera votación de una gran reforma constitucional. La segunda viene a partir de agosto. Luego, tienen que elegir un presidente del Congreso que pueda ser presidente del Perú, garantizando a todos su propio juego electoral.
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No va a ser nada fácil, pero cuando ese acuerdo llegue, el final estará asegurado. No les puede volver a pasar lo de Merino y, por tanto, necesitan alguien carismático. Echaíz no es precisamente la flor de la canela. Se parece mucho a María del Carmen Alva. Se requiere alguien con más cintura política y más simpatía popular.
La cuarta señal está en la búsqueda de un procedimiento de salida. Keiko Fujimori ya le pidió a su bancada, en público, que hagan el sacrificio de irse y voten por adelantar elecciones. Los congresistas no quieren irse y le han dado mil vueltas a un gobierno parlamentario hasta el 2026. Felizmente, la mayoría va entendiendo, poco a poco, que son más impopulares que el presidente.
Si se van, se van todos. Sin embargo, esta semana están tratando de usar el juicio político. Discrepo de esa opción, tan inconstitucional como la “vacancia por incapacidad moral”. El artículo 117 prohíbe toda acusación al presidente. Si no les gusta, deróguenlo, pero está ahí. Y en cuanto a Dina Boluarte, se le va a inhabilitar por infracción a la Constitución, en un proceso que ya está avanzando.
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Estas son las señales. El camino del adelanto de elecciones, el mejor sustentado desde la Constitución y el que mayor popularidad tiene, todavía no es el abrazado por el Congreso. Pero la caída de Castillo está cada vez más cerca y alguna ruta razonable tendrá que ser adoptada.
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