Pasó el miércoles 15 de junio sin que el presidente Pedro Castillo observe el proyecto de Ley N.° 904 que atenta contra el enfoque de género y la Educación Sexual Integral (ESI) en los colegios.
En los hechos, la ley votada por el Congreso quita al Ministerio de Educación la competencia de decidir sobre los contenidos de materiales educativos y permite la injerencia de “Los representantes de las APAFA, comités, asociaciones civiles u otras instancias de representación inscritas” para participar en su elaboración. Es decir, cualquier colectivo del Opus Dei o evangélico en su facción más conservadora impondría una mirada del mundo del siglo XIX a niños y niñas del Perú del siglo XXI.
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¿Por qué no observó la norma? Castillo, ¿cree en el enfoque de género?, ¿no cree? El adiós al enfoque de género y la Educación Sexual Integral (ESI) en algunos colegios no ha suscitado reacción del jefe de Estado. Como si lloviera. No sabe no opina.
Ni siquiera porque el presidente dice en su tesis (que dice que es suya) que existe una relación positiva “entre la equidad de género y el logro de aprendizajes significativos, trayendo consigo un mejor rendimiento académico”. ¿La tesis expresa una convicción personal?, ¿no colisiona con sus convicciones conservadoras? Su mutismo, en días de discusiones intensas y toma de posiciones de congresistas, la Defensoría del Pueblo, el Consejo Nacional de la Educación, el Foro Educativo y un largo etc., nos hace pensar que, por circunstancias que se nos escapan, Castillo no quería o no tenía mucho que decir sobre el tema. Ni sí ni no. Más allá de quién haya intervenido en la elaboración del documento, el silencio ahonda la duda: ¿llegó a leer su propia tesis? Una podría preguntarse legítimamente, mirando más allá de la Ley 904, ¿qué agendas le interesa defender?
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De la figura de Castillo –a diferencia de lo que escuchamos decir a Jennifer López–, los peruanos no sabemos si lo que hay es lo que vemos (What you get is what you see?). En realidad, el personaje político Pedro Castillo ha jugado a acomodarse, a ser “eso” y su contrario, con los vientos que corren. ¿No es este Pedro Castillo el líder “radical” del SUTE que en 2017 lideró la huelga magisterial y la mantuvo incluso después de que las principales, justas reivindicaciones del gremio habían sido aprobadas, y lo hizo, entonces, en tándem con el Congreso fujimorista (Becerril al frente)?
Que cinco años después de la huelga magisterial se tilde a Castillo de “comunista” es tan válido como decir que abriga “ideas reaccionarias” y también, por qué no, que ha dado un giro “liberal”. En realidad, es todo eso y más. Un Zelig de la política peruana. Entonces y ahora, Pedro Castillo no apuntala un proyecto nacional. Solo ha trazado una ruta sinuosa de reacomodos personales para conseguir metas pequeñas, las propias. Que algunos no lo vieran entonces (o lo pasaran por alto) es algo bien distinto.
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