Es evidente que hay un cambio en la actitud del presidente respecto a los medios, al menos hacia algunos de ellos. Como muchas cosas en el gobierno, las decisiones no son claras y se van revisando en el camino. Primero fue la reunión a puerta cerrada con periodistas invitados. La semana pasada dio una entrevista al director de la revista que, según sus declaraciones, siempre ha leído. El fin de semana estuvo en la radio donde siempre se ha sentido muy cómodo. Dos medios que, al desconfiado mandatario, le generan algún nivel de confianza porque otros, dice él, ni los mira. Posiblemente Castillo se identifique con el posicionamiento que tienen la revista y el medio radial de ser antagónicos de los más asociados al establishment. En todo caso, la pregunta es ¿qué quiere comunicar el presidente? ¿A quién le quiere hablar?
Lo último es más fácil de responder. Está la anunciada entrevista con CNN en español, con lo que se estarían cubriendo tres diferentes tipos de público: el internacional, a través de la cadena norteamericana; el sector local informado e interesado en la política, a quien se buscaría llegar a través de Hildebrandt; y el público más distante de la escena oficial, a quien se estaría dirigiendo a través de Exitosa, hoy una multiplataforma pero más asociada a la radio, el medio que según el profesor llega mejor al quimérico pueblo que siempre evoca.
Una cosa es qué se quiere comunicar y otra qué es lo que finalmente se comunica. Un punto donde coinciden intención y resultados es que el presidente ha comenzado a hablar. Como dijo Castillo, esperemos que siga aprendiendo y entienda que cuando habla el gobernante no se esperan evasivas y generalidades. Esas son oportunidades perdidas, y esa es una constante en este gobierno.
¿Qué quería comunicar? Además de lo arriba señalado, que sigan creyendo en el hombre salido de abajo, que recién está aprendiendo a gobernar y que buscará hacerlo mejor. Que tiene claro que su compromiso es con el pueblo. Que muchos han traicionado su confianza (algo que repitió varias veces en la entrevista con el semanario). Todo esto salpicado de reiteradas victimizaciones. Una apuesta por sostener su legitimidad en la identificación social que lo llevó a palacio de gobierno. Un mensaje que ya ha mostrado su proceso de desgaste.
Un segundo tema tratado fueron las excusas y explicaciones sobre errores diversos, incluidas las recientes denuncias sobre sus reuniones en Sarratea, nombramientos de funcionarios con escasa experiencia, etc. Un presidente a la defensiva tratando de justificarse con evasivas de todo tipo. Acá poco explicó y básicamente dejó promesas de enmienda. Habrá que ver.
Por último, aludió, en su estilo, a los problemas del país. Uno se pregunta qué pasaría si no estuviésemos en una crisis sanitaria, ¿cuál sería su norte? ¿Qué es lo que propone para el país en economía, educación, salud, seguridad ciudadana, etc.? Sus propuestas de política pública terminan siempre en el lugar común de la convocatoria vacía. En el mejor de los casos, un voluntarismo cándido a través del cual invita a empresarios, políticos y público en general a que se acerquen al gobierno para trabajar juntos. Saludos a la bandera que muestran una forma de abordar la política que dialoga con el cúmulo de propuestas declarativas que abundan en el Congreso. Si estas estuvieran acompañadas de medidas concretas algo se podría avanzar, pero solo se queda en palabras vagas que se contradicen con las decisiones que toma el presidente. Basta como ejemplo el nombramiento de Salaverry en Petroperú.
Lo que termina comunicando, un presidente con pocos recursos, sin un equipo sólido, bastante aislado, que sigue creyendo que los problemas se enfrentan con evasivas para ganar tiempo, pero que el paso del tiempo no lo ayuda, lo complica.
El costo del aprendizaje
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