El lunes 7 de junio, gane quien gane, tiene dos opciones. O gobierna para todos los peruanos, o mantiene el clima de crispación y de polarización, esa suerte de espíritu de guerra civil que se ha entronizado entre nosotros.
Y para eso tiene que reconciliar, que acercar a los bandos, a las facciones que se han enfrentado. Tiene que dar tranquilidad y apaciguar los ánimos caldeados. Sobre todo, debe ser consciente de que su votación real, la firme, es la de la primera vuelta. Aquella que señala que más del ochenta por ciento del electorado no votó por él. O por ella. No la del 6 de junio, o sea.
Y va a tener que ir tejiendo alianzas y consensos, desde el primer día, para ofrecer gobernabilidad y paz. Porque no va a tener luna de miel.
Si es Pedro Castillo, pues tendrá que esmerarse en armar un súper gabinete ministerial y escoger a un magnífico presidente del Consejo de Ministros, porque no se le va a perdonar la medianía. Ni se pasará por agua tibia las propuestas improvisadas y estrafalarias que ha exhibido a lo largo de la campaña.
Si es Keiko Fujimori, pues tendrá que esforzarse en mostrarse humilde –todo un desafío para ella– y abrir el juego a sectores con los que siente que “la odian” o la rechazan o desconfían, con razón. Porque nos hemos intoxicado demasiado en este desgastante final, en el que hemos tenido por aspirantes al máximo poder del Estado a dos impresentables. A los dos peores candidatos que había en el mostrador.
Como dijo Jorge Bruce en esta misma página hace un par de días: “Pase lo que pase el domingo 6 de junio, hay un dato insoslayable: este pacto social no da más. Ojalá podamos encarar la tarea de reformularlo juntos, en diálogo y escucha mutua”.
No bastará la tradicional foto del apretón de manos entre el vencedor y el derrotado.
Si algo ha quedado claro en estos comicios es que existe un grueso de la población que nos ha enrostrado las terribles falencias del Estado peruano.
Y algo urgente deben hacer el Poder Ejecutivo y el Parlamento para enfrentar este tremendo problema.
Eso, y que no se puede tomar a la ligera la feroz pandemia que sigue al acecho y la crisis económica que se ha desprendido como consecuencia de ella.
Castillo cometería un gravísimo error al insistir en el cambio de la Constitución, como si ello fuese una prioridad, y no la Covid y un manejo sensato de la economía.
Y Fujimori, si gana, debe ser inclusiva y dejar de lado la narrativa de “la libertad versus el comunismo”, pues ni ella encarna la libertad ni Castillo al comunismo.
Quien gane será un gobernante precario.
Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.