Una vez más, la coyuntura carga de responsabilidad a la ciudadanía que tiene que proteger lo que queda de esperanza. Hasta hoy, han sido movilizaciones reactivas ante amenazas, pero es lo que hay. Debe estar alerta porque los intereses en contra de llevar adelante las elecciones este 11 de abril abundan. Poca indignación se ha trasladado a algún candidato. Pero, para bien, la indignación está presente. Tenemos que trabajar por que el proceso electoral se lleve a cabo. Que durante el mismo se cuide la salud de las personas y la legitimidad de quien salga elegido. La reciente crisis motivada por las denuncias sobre el mal manejo de las vacunas por parte del expresidente Vizcarra y otros funcionarios pone en riesgo el proceso. Aparecerán cuestionamientos a los contratos con Sinopharm, y hoy en la mañana hay congresistas que están buscando cambiar de mesa directiva. Casi todos, conscientes de que las posibilidades de sus agrupaciones son mínimas o porque están enfrentados a sus propios candidatos (Chávez en FP y Burga en AP).
Termino de escribir el lunes 15 por la mañana. Terrible tener que señalar esto porque pone en evidencia la profundización de una inestabilidad que no cesa. Los mismos candidatos deberían ser los más interesados en dejar de lado, por un momento, sus campañas y manifestar con claridad su apoyo a la misma e invocar a las instituciones vinculadas al quehacer político, al Congreso principalmente, que faciliten que las elecciones continúen con los cuidados y supervisión del caso. A buena hora que se cree una comisión investigadora en el parlamento. Con rapidez y buen tino, el ministro Ugarte ya convocó una desde el ejecutivo. Mientras más rápido muestre resultados, mejor.
Puede que esta crisis subraye un elemento que suele diferenciar a los votantes: quién es más capaz para enfrentar temas vinculados al “desorden” (corrupción, inseguridad ciudadana, por ejemplo) o al desarrollo (manejo de la salud, la economía, entre otros). La reciente encuesta de febrero de Ipsos presenta resultados de unas preguntas que se hicieron al respecto y es interesante analizar. Cuando se indaga sobre qué candidato es visto como el mejor para luchar contra la pandemia (salud) o reactivar la economía, habilidades más asociadas con un manejo democrático (versus mano dura), Lescano aparece en primer o segundo lugar en la cabeza de la gente. Cuando se pregunta qué candidato cree que es el mejor para enfrentar la corrupción o la inseguridad ciudadana (problemas asociados por la población a soluciones de “mano dura”), aparecen Urresti y Forsyth en los dos primeros lugares. No estoy afirmando que alguno de ellos sea el que pase a segunda vuelta. Lo que me parece relevante destacar es cómo los votantes van asociando a los candidatos con capacidades de un tipo y otro.
La realidad y la opinión de cada uno podrá discrepar de lo que estos resultados muestran, pero es lo que ronda en el imaginario de la población. A mí me vuelve a recordar el escenario de la alcaldía de Lima del 2014 donde un grupo de candidatos estuvo asociado a la mano dura, eso que una mitad dice preferir (Reggiardo, Urresti, Belmont). La otra mitad, que no quería este tipo de soluciones, estuvo dando vueltas hasta que encontró, luego de los debates, a Muñoz. Pareciera que ese clivaje se presenta de nuevo entre los electores. Los nombres pueden variar porque la encuesta de Ipsos muestra ahora varios empates técnicos y falta poco menos de dos meses, una eternidad. Pero esas actitudes, laxas y poco definidas, seguirían buscando, con desánimo sin duda, su mal menor. Por ahora ya se van configurando los espacios de miedo. El crecimiento de Lescano, y su discurso populista, generará movimientos en el espectro de la derecha en el país. Eventualmente, fomentarán un populismo de derecha.
02-02-2020 JOHN REYES YONHY LESCANO SAYA BAILANDO
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