El ministro de Finanzas de la provincia de Ontario en Canadá, Rod Phillips, viajó al paraíso turístico de St. Barts. Mientras se bronceaba en esas privilegiadas playas, publicó un video en el que aparecía en la sala de su casa en Ontario, vistiendo un suéter, con la chimenea prendida. En esa publicación agradecía a sus votantes por su actitud ante la pandemia, como si estuviera con ellos, en Navidad, compartiendo el frío de Canadá. Solo que en vez de estar tomando ese ponche caliente del video, estaba degustando una piña colada en el Caribe. Descubierta la superchería por alguna publicación en redes sociales, debió disculparse y renunciar apenas regresó a su tierra.
El congresista por La Libertad, Luis Valdez, viajó a pasar Año Nuevo en Miami, en compañía de un grupo que incluía a Richard Acuña, en pleno conflicto agrario en la región que representa. A diferencia del canadiense, quien mintió porque sabía que su viaje era obsceno en plena pandemia, el peruano publicó varias fotos en sus redes, tomando champagne con el nutrido grupo de parejas que lo acompañaba.
Alguien se preguntó en Twitter cómo era posible que más de 30,000 personas hayan votado por un personaje tan frívolo e irresponsable, además de indolente (hubo muertos en las protestas en su región). Una de las explicaciones para esa decisión electoral es el goce vicario. Leo Rangell, un psicoanalista californiano, lo explicó con claridad para el caso de Nixon. La gente no votaba por él a pesar de que era inescrupuloso y mentiroso, sino precisamente por eso. Recuerden que fue reelegido cuando ya se sabía mucho sobre él.
Lo mismo ocurrió en el Perú con gente como Fujimori, Castañeda o Alan García. Las evidencias de sus actos de corrupción eran públicas cuando fueron reelegidos. La explicación de “roba pero hace obra” no da cuenta cabal del proceso de identificación con esos transgresores de la ley. Mucha gente sabe lo que hacen y por eso, insisto, votan por ellos. El goce vicario consiste en identificarse con esa impunidad que te pone a cubierto del remordimiento que te inflige tu superyó. El sátrapa hace lo que le da la gana y, durante un tiempo, no debe asumir las consecuencias. De eso se benefician personajes de poca monta como Valdez, también.
A diferencia de Canadá, donde no son inmunes al síndrome de la integridad erosionada, en el Perú parece ser un motivo de arrogancia fálica. Todavía.
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