Historiador. Radica en Santiago de Chile, donde enseña en la Universidad Católica de Chile. Es especialista en temas de ciencia y tecnología. Su libro más reciente es Los años de Fujimori (1990-2000), publicado por el IEP.

Los desafíos del nuevo censo nacional 2025, por José Ragas

El censo, que contará con censistas del INEI, abordará temas como la inmigración venezolana y la autoidentificación étnica, además de incluir nuevas categorías para diferentes comunidades.

En agosto de este año tendrá lugar un nuevo recuento de la población. Cientos de censistas del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) se desplazarán a lo largo del país para conocer de primera mano la realidad en la que vivimos peruanos y extranjeros en el territorio. Este censo permitirá, asimismo, actualizar la información recogida la última vez que un censista tocó la puerta de nuestras casas, en 2017.

Desde entonces, y a pesar de que hay solo ocho años de diferencia, el país ha cambiado de manera radical: la migración venezolana es ya la más masiva de nuestra historia, hemos sobrevivido a una de las peores pandemias con un saldo altísimo de muertes, y un número importante de peruanos se ha ido al extranjero ante la falta de oportunidades.

Junto con la vacunación y las elecciones, la realización adecuada de un censo es uno de los desafíos más importantes para un Estado. Precisamente, estos días he estado revisando material para un ensayo sobre la incorporación de la empresa IBM en los censos de la primera mitad del siglo XX, y uno puede observar todos los elementos que implica realizar uno. Por mencionar un dato, el censo nacional que debió llevarse a cabo en 1932 pudo ser realizado recién en 1940 debido a la inestabilidad económica y política del país luego de la Gran Depresión y las dictaduras de Sánchez Cerro y Benavides.

Ningún censo es igual al anterior, por cierto, y solo en los últimos años hemos podido tener información continua razonable a medida que los censos se han llevado a cabo con cierta regularidad. Cada uno de los censos refleja factores tan disímiles como la estabilidad del país, la capacidad técnica y logística del gobierno central y su capacidad de coordinación con las autoridades regionales, la preocupación luego de algún evento particular, entre otros elementos. Pensemos, por ejemplo, en el censo de 1876 y las casi seis décadas que tuvieron que pasar para tener otro recuento a nivel nacional como fue el de 1940 (si bien en medio hubo algunos a nivel departamental).

A pesar de su carácter eminentemente técnico, los censos han sido tema de preocupación a nivel mundial por su trasfondo político en los últimos años. En EE. UU., el gobierno de Trump buscó excluir a migrantes irregulares de ser censados, lo cual cambiaría radicalmente el balance de fuerzas políticas en desmedro de los demócratas, perjudicando (aún más) a aquel grupo minoritario. En Chile, el censo del año pasado estuvo enrarecido por una serie de rumores y fake news difundidos por voceros de extrema derecha donde se decía que los censistas tomaban nota de cuántos cuartos tenía cada vivienda para repartirlos entre migrantes venezolanos. Como resultado, la gente se negó a responder y llegó a atacar a los censistas que se acercaban a sus distritos.

La planilla del nuevo censo, que ha sido liberada, permite apreciar una serie de cambios en las preguntas y conocer qué desea el Estado saber sobre nosotros como ciudadanos. Pero así como es una herramienta de conocimiento, es también una de posible invisibilización. Como ha señalado el historiador Juan Fonseca, la cédula no incluye pregunta alguna sobre la religión del encuestado.

Conocer esta información permite ver la variación en quienes profesan (o no) una determinada fe, las dinámicas entre distintos credos o el avance (o estancamiento) de la laicidad en el país. Percy Mayta-Tristán ha llamado la atención en este mismo diario sobre la ausencia de preguntas sobre la autoidentificación de género, que hubiese sido importante incluir para establecer políticas de comunicación e información que ayuden a visibilizar esta diversidad y brindar servicios y recursos a minorías sexuales.

Si bien hay preguntas más obvias de responder, otras presentan desafíos permanentes, como la referida a la autoidentificación étnica (Sección V, Pregunta 10). Se han listado nueve categorías y una abierta en caso de que la respuesta no encaje con las opciones previas. Por mucho tiempo, el término “mestizo” (que ha sido mantenido en esta consulta) sirvió como un espacio cómodo y “neutral” donde los encuestados podían escapar al estigma de tener antepasados andinos o amazónicos, a la vez que avanzar en una sociedad como la peruana que parecía mantenerse en la colonia. Pero en términos prácticos, no era (y no es) una categoría muy útil. Desde 2017, sin embargo, la autopercepción étnica se hizo más presente y diversos grupos presionaron para que hubiese una mayor diversidad de opciones.

Dos cambios significativos se han producido en este nuevo censo como consecuencia de esta mayor autopercepción étnica. De un lado, la comunidad afrodescendiente realizó campañas públicas para pedir que sus integrantes se identificasen de dicha manera, lo cual se ha reflejado en un número más amplio de categorías respecto de ocho años atrás (“Negro, moreno, zambo, mulato, del pueblo afroperuano o afrodescendiente”).

Asimismo, la comunidad asiática ha pasado de la categoría “otro” en 2017 a tener una propia para “nikkei” (opción 6) y otra específica para “tusan” (opción 7). Estos cambios no responden solo a aspectos técnicos, sino principalmente de reconocimiento a grupos humanos y la diversidad étnica que alberga el país.

Es una muy buena idea haber publicado la cédula censal con anticipación. Esto permitirá que las personas se familiaricen con las preguntas, pero sobre todo con las opciones, y puedan estar preparadas al momento de recibir al personal. Es importante que todos participemos brindando la información más precisa posible, de modo que, de cédula en cédula, podamos ir armando una imagen más precisa del país. Los próximos gobiernos y autoridades deberán tomar con seriedad esta información e intentar corregir los problemas que estamos arrastrando y prevenir otros.

José Ragas

Pasado vivo

Historiador. Radica en Santiago de Chile, donde enseña en la Universidad Católica de Chile. Es especialista en temas de ciencia y tecnología. Su libro más reciente es Los años de Fujimori (1990-2000), publicado por el IEP.