Tal vez ilusionado porque en alguna encuesta salió que, de ir a una segunda vuelta con Keiko Fujimori, él ganaría por 33 contra 27%, don Rafael López Aliaga -todavía alcalde de Lima en funciones, por si usted no se había dado cuenta- se encuentra en plena campaña electoral recorriendo el país de cabo a rabo mientras, de otro lado, se pelea con medio mundo (especialmente con la prensa) a ver si así los medios de comunicación lo mantienen en vigencia. O eso le han dicho sus asesores, claro.
En una reciente investigación de Ojo Público, se supo que, sólo en el último año de su gestión como burgomaestre limeño (del 2024 a lo que va del 2025), don Rafa se ha ausentado casi una quincena de veces de su cargo con los pretextos más diversos, entre ellos, el de asistir a eventos de diverso cuño que, en la mayoría de los casos, terminaron en sendos mítines de campaña con su fiel portátil gritando “¡Porky presidente!” y él, haciendo decenas de promesas e-lec-to-ra-les como si no hubiera mañana.
Está en su derecho, dirá usted, despistado lector. Pues no, lamentablemente no lo está. Sobre todo, porque ese caballerito que lanza proclamas electorales, vestido con los colores de su partido, en diversas regiones del país en los que, ¡caramba, no fue elegido para nada (Junín, Ica, Loreto, Apurímac, Piura, Puno, San Martín, Huánuco, Ucayali y Arequipa, por lo pronto), está haciendo campaña política “con la nuestra”. Es decir, desde el privilegio del cargo para el que lo elegimos en Lima y violando toda ley electoral sobre la neutralidad de las autoridades.
Y con esa ambigüedad moral en la que se maneja como buen supernumerario del Opus Dei, don Porky jura que la gente no se da cuenta de que está abandonando el cargo que le asignamos y que él pasa piola haciendo evidente cruzada electoral en lugares donde apenas han escuchado hablar de las promesas que hizo para ser electo alcalde limeño y que, dicho sea de paso, apenas ha cumplido en un escuálido porcentaje.
Pero, dejando de lado esos detallitos, ¿realmente tiene posibilidades como candidato presidencial? Escasas. Todas las encuestas en las que se sondea la intención de voto le dan, en primera vuelta, menos del 6%, cifra con la que, aparentemente, pasaría la ansiada valla electoral, pero no olvidemos que la campaña ni siquiera ha comenzado y que, cuando salgan a la pista las docenas de candidatos que esperan en el partidor y la gente recuerde lo mal que se ha desempeñado él como alcalde y, de paso, la bancada de Renovación Popular, el partido que él dizque lidera, lo más probable es que el pobre ni siquiera llegue al 5% de los votos suficientes para poner a un par de congresistas.
E incluso si lograra pasar la valla, nada asegura que don Porky pase a segunda vuelta, sobre todo porque la candidata de ultraderecha con mayores opciones se bandea en alrededor de 12% y es muy difícil que los simpatizantes de ese sector desperdicien su voto en tantas opciones (Butters, Carlos Álvarez, el propio Porky y todos los que vayan saliendo en el camino), sobre todo porque todas sus propuestas son calcaditas una de otra, tanto en el plano económico, mercantilismo del peor, y en sus propuestas contra la delincuencia y la inseguridad, las principales preocupaciones de la ciudadanía: mano dura, bukelebukelebukele, pena de muerte y el inoperante bla bla bla de toda la vida.
De otro lado, por una curiosa coincidencia de nuestra política, la experiencia nos demuestra que el candidato que más madruga no es el que llega primero. Al contrario, es el que recibe todos los golpes y llega desgastado y jadeante al final de la carrera, como lo demostró George Forsyth en el 2021. López Aliaga, que ya está en campaña hace más de un año -aunque de dientes para afuera diga que necesita algunos días para pensarlo-, lo comprobará en carne propia cuando, en los últimos tres minutos del partido, algún desconocido candidato se le meta por los palos y pase a la ansiada segunda vuelta.
Por último, Porky olvida que el cementerio electoral de nuestro país está alfombrado de alcaldes (algunos, muchísimo más exitosos que el cerdito de marras) que quisieron ser presidentes. Sin ir lejos, su extrañadísimo Luis Castañeda Lossio (QEPD) y don Alberto Andrade, ambos reelectos varias veces en el cargo edil, pero que se quedaron con los crespos hechos en lo que atañe a sus aspiraciones presidenciales.
Don Rafael, que tiene el carisma de un refrigerador malogrado y la capacidad oratoria de Demóstenes (el de Don Gato y su pandilla, obvio), cree que llegará a segunda vuelta con Keiko Fujimori y que, como es la tendencia general en las encuestas, la derrotará en dos papazos. Es hora, tal vez, de que el pobre despierte de su sueño: eso nunca ocurrirá.
No sabemos si Keiko irá a segunda vuelta (hay un alto porcentaje de posibilidades, porque será la pitufa mayor de la Pitufilandia de candidatos que se nos vienen), pero lo que podemos apostar, sin lugar a dudas, es que no irá con López Aliaga, sino con cualquier otro que signifique alguna diferencia sustancial a su candidatura y ese candidato podría, como Pedro Castillo, aparecer en el último tramo de la campaña.
Y allí, ¡pobre Porky!, se chocará con la dura realidad.
Periodista por la UNMSM. Se inició en 1979 como reportera, luego editora de revistas, entrevistadora y columnista. En tv, conductora de reality show y, en radio, un programa de comentarios sobre tv. Ha publicado libro de autoayuda para parejas, y otro, para adolescentes. Videocolumna política y coconduce entrevistas (Entrometidas) en LaMula.pe.