La capitulación de César Acuña

Mientras La Libertad sufre el desgobierno, su gobernador regional acumula más de 120 días fuera del cargo.

La inseguridad ha alcanzado niveles alarmantes en el país. En este contexto, La Libertad, la segunda región con mayor índice de asesinatos extorsivos en el Perú, sufre no solo la violencia criminal, sino también el abandono de su gobernador regional.

César Acuña Peralta, líder del partido Alianza para el Progreso y actual máxima autoridad de dicha región, ha confesado en declaraciones a la prensa que prefiere pasar tiempo en sus propiedades en el extranjero antes que trabajar en aquello para lo que fue elegido: solucionar los problemas urgentes que amenazan la vida de los liberteños.

Un informe de La República ha revelado que el gobernador regional de la región norteña acumula, hasta el momento, más de 120 días fuera de su cargo.

En ese sentido, es inaceptable esta desconexión con las necesidades del pueblo. Mientras la región liberteña enfrenta una crisis de seguridad que, según datos de la Policía Nacional del Perú, ya suma casi 100 muertos por sicariato en lo que va del año, el gobernador elige la comodidad de su entorno privado para “descansar”.

No obstante, la situación se agrava aún más al considerar que Acuña no solo ocupa un cargo regional, sino que ha aspirado a la Presidencia del país y, probablemente, lo volverá a intentar. ¿Con qué credenciales se presenta ante la nación cuando ni siquiera puede cumplir con los deberes mínimos en su propia región?

Lo que sí ha hecho Acuña, junto con sus congresistas, de forma activa, es avalar decisiones de un gobierno que ha demostrado incompetencia. Fue la ausente autoridad que incluso felicitó la aplicación de estados de emergencia en distritos como Pataz y Lima sin una estrategia de inteligencia policial. Decisión que, como los peruanos y liberteños han visto, resultó en la brutal matanza de trabajadores tercerizados de la mina Poderosa.

Y debe quedar claro que no se trata de una cuestión de recursos económicos usados para dichas vacaciones. El problema radica en la noción de responsabilidad que tiene como servidor público hacia el Estado y sus ciudadanos. La gravedad de la situación en el país requiere, sobre todo, un compromiso ético que demuestre que su interés por el bienestar de La Libertad no es solo retórico.

La Libertad, como el Perú, merece un gobernante que esté presente, que escuche y que actúe, no uno que elija un exilio voluntario ante la adversidad.