En el lapso de unos días, tres personajes distintos se han despedido de sus seguidores de la mejor manera posible: en público y permitiéndonos disfrutar de una última composición suya. Así, Joaquín Sabina se retira de los escenarios, "Pepe" Mujica lo hace de la política y Martín Caparrós de la escritura periodística: un español muy latinoamericano, un uruguayo y un argentino. Va a ser difícil imaginar la música, la política y el periodismo sin ellos, pero justamente lo que han hecho al despedirse es prepararnos de a pocos para esta transición.
Las despedidas suelen ser también incómodas para los que quedan vivos, sobre todo porque este proceso de cierre, por más ordenado y racional que parezca, tiene tras de sí un componente mayor: el fin de una época. Y eso es precisamente lo que esta triple despedida nos deja, con un sabor amargo de que algo se termina, no solo un talento determinado, sino también un estilo con el que crecimos y que pensamos que nos acompañaría por un rato más prolongado. Es cierto que podremos seguir escuchando sus canciones, viendo sus discursos o leyendo sus crónicas, pero es la presencia física de ellos en un mismo universo compartido con nosotros lo que hace estas despedidas incómodas y sublevantes.
Joaquín Sabina ha dejado una canción y una gira para marcar su retiro voluntario. "Un último vals" es un testimonio de amistad y serenidad. El video que retrata la canción lo muestra en un bar, rodeado de amigos y familiares, y haciendo guiños a su carrera musical de casi medio siglo, donde ha dejado temas con referencias a varios países de la región que lo acogieron en estos años, como México, Argentina y Perú, entre otros. Su despedida no es una sorpresa, ya que había tenido varios problemas de salud que lo han obligado a retirarse de los escenarios. El título de la última gira no puede ser más significativo: "Hola y adiós".
"Pepe" Mujica, por su parte, decidió abandonar la vida pública con un discurso a los militantes de su partido en un mitin en octubre último. A inicios de año, había reconocido que sufría de un cáncer de esófago y que se había sometido a un tratamiento, que, si bien resultó exitoso, lo debilitó mucho. Su presencia ya se había hecho notar en un mitin de agosto, donde los frenteamplistas se suelen reunir con sus líderes. Pero Mujica se hizo presente a través de un video hace unos días con un mensaje a los seguidores: “Soy un anciano que está muy cerca de emprender la retirada de donde no se vuelve, pero soy feliz porque están ustedes”.
Caparrós, uno de los representantes más distinguidos de la crónica latinoamericana, ha publicado sus memorias bajo el título de "Antes que nada". A diferencia de sus numerosos textos y reportajes, esta vez lo ha hecho al acecho de una enfermedad que (él lo sabe) lo terminará devorando. Caparrós tiene esclerosis lateral amiotrófica (conocida como ELA), y es una ironía que algo pretenda atarlo a un lugar fijo cuando él ha recorrido el mundo a sus anchas, permitiéndonos recorrerlo junto a él a través de sus crónicas. La frase que abre su libro es bastante reveladora sobre lo que sucederá en los próximos meses: “A los que me quisieron, para que aprendan a olvidarme”.
Hay mucha dignidad en lo que han hecho los tres. No es extraño enterarse por las noticias del retiro o el fallecimiento de algún personaje importante o con el cual logramos establecer conexión. Tampoco es raro ver a veces apariciones públicas de algunos personajes en un estado delicado. De modo que saber despedirse y, sobre todo, saber cuándo hacerlo implica un autoexamen y una decisión no siempre sencilla, pero necesaria para establecer un límite entre cuando un personaje debe renunciar a ser público para concentrarse en espacios más íntimos y personales.
Estas despedidas son, en buena cuenta, una despedida a una parte de nosotros mismos. Por más difíciles que sean, las despedidas marcan momentos y permiten procesar nuevos escenarios. Cada uno de ellos introdujo nuevas formas de componer, hacer política y escribir. Más de una generación fue criada o encontró la inspiración necesaria en sus textos o melodías. La serenidad con la que ellos han manejado esta etapa tan complicada es también parte de su legado y una forma de hacer suyo lo que otros dirán que no depende de nosotros, pero donde siempre hay espacio para establecer nuevas conexiones y contactos, por más difíciles que estos sean o que sean los últimos.
Uno de los debates actuales en torno a la tecnología involucra precisamente las despedidas y la prolongación de la vida pública. Con el avance de la Inteligencia Artificial, se ha conseguido que personas comunes y corrientes o con cierto legado puedan “regresar” e interactuar con nosotros. Habrá quienes encuentren en este recurso un cierto consuelo, pero yo lo encuentro innecesario y de mal gusto. Un Michael Jackson bailando en un evento a través de un holograma como en 2014 en los Billboard Music Awards, o también Tupac Shakur o Elvis Presley, puede significar conectarlos con un público más joven, que no llegó a verlos en vivo, pero también trae preguntas serias sobre los límites y los alcances éticos de esta práctica.
Por lo pronto, podremos seguir disfrutando de Sabina, Mujica y Caparrós, y encontrar sosiego en el hecho de que han elegido cerrar un ciclo y descansar, dedicando el tiempo que tengan y que les quede a su vida privada y a los más cercanos. Por ello, las despedidas deben ser vistas también como un momento para agradecerles por las buenas crónicas, las buenas canciones y las buenas lecciones que nos dejan, y que nos inspirarán para cuando tengamos que dejar nuestras propias creaciones a los que nos sobrevivan.
Historiador. Radica en Santiago de Chile, donde enseña en la Universidad Católica de Chile. Es especialista en temas de ciencia y tecnología. Su libro más reciente es Los años de Fujimori (1990-2000), publicado por el IEP.