Los cien días de Dina

No ha mantenido relación con la prensa desde su explicación sobre el origen de los Rolex.

En medio de una verdadera ola de crímenes que ha desatado el sicariato y del repunte de las protestas sociales organizadas por diferentes gremios —transportistas, maestros, entre otros—, el mutismo de la mandataria se hace más estridente.

Su silencio de 100 días constituye una negativa a fijar posición en relación con temas que se han aprobado en el Congreso y que se han avalado desde el Ejecutivo. Las leyes procrimen, por ejemplo. La ciudadanía cuestiona este paquete de medidas porque están incitando la acción criminal. Se trata de un tema central porque el estado de emergencia no ha desalentado a las organizaciones criminales que están más activas que nunca. Cada día se producen cinco asesinatos en el país y las estadísticas muestran que vivimos el año más violento.

También, el silencio presidencial sobre temas centrales como el Estado de derecho, la separación de poderes y el irrespetuoso desacato a la Constitución vigente, como en el asunto de la labor fiscal al frente de la conducción de la investigación preliminar en casos penales, solo deja en claro que el que calla otorga.

La administración de justicia está siendo afectada por las medidas del Congreso y hay diferentes pronunciamientos de las cortes y asociaciones de jueces que reclaman una defensa de los fueros, frente a los excesos del Congreso.

El mutismo presidencial solo contribuye a esta sensación de anomia que ya contagia al aparato del Estado, donde se parece vivir en medio de un desorden generalizado, en el que las órdenes y contraórdenes se producen sin freno.

Cruje el equipo ministerial, desde la cabeza. El primer ministro ha recibido una bajísima aprobación ciudadana, al igual que el titular de Interior o el ministro de Educación, quienes son incapaces de enfrentar la crisis política y dan declaraciones contraproducentes a cada paso. Hay otra explicación más cruda del silencio. Ella ya sabe que dejó de serle útil a un Congreso que la sostuvo siempre, pero para el que ya dejó de servir. Realismo político le dicen.

La República

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