Casi la mitad de los israelíes judíos y casi todos los israelíes árabes creen que la guerra contra Gaza debe terminar, según la encuesta publicada por el diario israelí Haaretz. Sin pelos en la lengua, Haaretz dice lo que el mundo ha podido ya constatar: “bajo los largos años de gobierno de Netanyahu, Israel no ha movido un dedo en aras de la paz con los palestinos, sino todo lo contrario”.
En un reciente editorial, Haaretz apunta directamente a la responsabilidad de Netanyahu afirmando que “está dando pasos de gigante hacia una guerra regional, mientras el mundo sigue preguntándose: ¿Qué quiere? ¿Hacia dónde se dirige?”.
En semejante línea, de acuerdo con la encuesta del Instituto Israelí para la Democracia, un año después de los ataques del 7 de octubre, el 53% de los israelíes cree que ha llegado el momento de poner fin a la guerra en Gaza. Al respecto, la mayoría de los encuestados mencionan el riesgo que suponen los combates para los rehenes que mantiene Hamás. Mientras, a la distancia, Netanyahu se mantiene reacio a negociar para sostener su guerra.
Son abrumadoras las decisiones en la comunidad internacional cuestionando el accionar ofensivo de Israel bajo la conducción de Netanyahu. Particularmente contra la ocupación ilegal de territorios palestinos, de larga data.
El Consejo de Seguridad de la ONU y la Asamblea General han sido reiterativos contra esa ocupación ilegal que ya lleva 57 años. En 1967, después de la “guerra de los seis días”, el Consejo adoptó la resolución 242 ordenando “la retirada del ejército israelí de territorios ocupados durante el reciente conflicto” y el “respeto y reconocimiento de la soberanía y la integridad territorial (…) de cada Estado de la región, y su derecho a vivir en paz en el interior de fronteras”.
Repercuten medularmente dos decisiones recientes de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), órgano judicial de la ONU. En una, la Corte estableció que Israel estaba cometiendo actos de genocidio. Y en julio del año pasado, la CIJ emitió una opinión consultiva según la cual la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Este y la Franja de Gaza era -y es- ilegal.
Mientras, continúa imparable la guerra de agresión de Netanyahu contra Gaza, y ahora contra el Líbano, cada vez son más los países que marchan a un ritmo nada favorable a su dinámica belicista. Haaretz califica como “liderazgo imprudente” el de Netanyahu, que ha conducido a Israel al “período más difícil de su historia”.
Dentro de ese contexto varios países europeos van tomando distancia de Netanyahu, dando pasos claros reconociendo a Palestina como Estado. Lo hicieron este mes de mayo, por ejemplo, Irlanda, Noruega y España.
Se empieza a apuntar a embargos de armas a Israel, como el parcial ya impuesto este mes por Gran Bretaña. No es irrelevante que Alemania -la más importante fuente de provisión de armas después de EE.UU- marque distancias frente a Netanyahu. Hace pocos días, Stefen Selbert, embajador alemán en Israel, expresó que su país “no apoya los asentamientos de colonos” israelíes en Cisjordania. Y que los “actos terroristas cometidos por esos colonos merecen condena”.
Enfatizó el embajador Selbert que él es “embajador ante Israel en concordancia con sus fronteras del 67. No soy un embajador fuera de la ‘franja verde’”. Es decir, no ante los territorios ilegalmente ocupados desde 1967.
Hace menos de un mes (18 de setiembre), la Asamblea General de Naciones Unidas, en decisión con el abrumador voto a favor de 124 Estados (sólo 14 en contra), resolvió que Israel debe retirarse del territorio ocupado, devolver los bienes incautados y pagar reparaciones. Otra decisión pendiente de cumplimiento.
Netanyahu no es “Israel”. El primer ministro israelí está en el centro de una guerra en la que pesa mucho su propia agenda personal. Con objetivos “pendientes” como la cancelación de la independencia judicial y desviar la atención de las investigaciones a Netanyahu sobre corrupción.
Las masivas protestas el 2023 contra la amenaza por Netanyahu a la independencia judicial han sido las más grandes desde la independencia de Israel en 1948. La masiva oposición de la sociedad israelí fue la respuesta al propósito de Netanyahu demoler las poderosas funciones y atribuciones de la independiente Corte Suprema a través de una “reforma judicial” quitándole facultades para revisar la constitucionalidad de decisiones del gobierno o del legislativo.
El ataque terrorista del 7 de octubre le dio a Netanyahu el pretexto para cambiar la agenda, emprendiendo su guerra contra Gaza. En su furor militarista, el extremista Netanyahu ha logrado desviar, por ahora, la atención de las investigaciones por corrupción y las protestas ciudadanas por las serias amenazas a la independencia judicial.
Es visible que la comunidad democrática israelí está empezando a reaccionar. Y es que el camino de la paz y del fin de esta guerra genocida pasa, en buena medida, porque la propia sociedad israelí reaccione y ponga orden en casa.
Mientras, la comunidad internacional -en particular los órganos fundamentales de la ONU- deben seguir teniendo la palabra. Dentro de ello, se esperaría un accionar concertado de los países latinoamericanos para hacer valer el derecho internacional. Como la que se tuvo, por ejemplo, en la crucial decisión de la Asamblea General en noviembre de 1947 para la Resolución 181 por la cual se creó el estado de Israel.
OTROSI DIGO: No puedo dejar de compartir mi alegría -y felicitación- por la designación de monseñor Carlos Castillo como cardenal. Su enorme calidad personal y su sólido compromiso con las causas justas es y será muy bueno para nuestro país.
Abogado y Magister en derecho. Ha sido ministro de Relaciones Exteriores (2001- 2002) y de Justicia (2000- 2001). También presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Fue Relator Especial de la ONU sobre Independencia de Jueces y Abogados hasta diciembre de 2022. Autor de varios libros sobre asuntos jurídicos y relaciones internacionales.