La reciente partida de Fujimori ha suscitado una variedad de reacciones en diferentes sectores de la sociedad, y revela la falta de cultura política en nuestro país. No es casualidad que, sobre este aspecto, el último Democracy Index sitúe a Perú en un nivel preocupante, comparable con el de Venezuela, China, Arabia Saudita y Birmania, todos con un puntaje de 3,13.
Este índice evalúa la cultura política en función del respaldo a la democracia, la separación de poderes, la participación política, el Estado de derecho y el rechazo a gobiernos militares, incluidos los golpes de Estado y las transgresiones a derechos fundamentales.
El gran respaldo a las medidas adoptadas por Fujimori muestra lo atrasado que estamos como sociedad en este aspecto. Justificar los medios, que incluyen corrupción a gran escala, autogolpes de Estado, mercantilización de la economía, secuestros y asesinatos para combatir al terrorismo, nos lleva al absurdo de asegurar que era la única forma de hacerlo y que es un modelo replicable en el presente y en el futuro.
Por ende, los logros económicos, políticos y de seguridad alcanzados durante su gobierno deben evaluarse no solo en términos de resultados, sino también en relación con los métodos empleados para lograrlos. Esta visión democrática se opone a la perspectiva utilitarista que defiende las acciones del gobierno de Fujimori sin matices ni cuestionamientos, simplemente porque el fin justificaría cualquier medio empleado.
Además, esta postura a menudo incurre en la falacia post hoc, que consiste en atribuir todo lo bueno que ocurre hoy en el país al gobierno de Fujimori en los años noventa, un supuesto que no necesariamente es cierto, pero que se asume como dogma. Frases como “sin Fujimori, hoy no se podría tener un matrimonio de lujo” ilustran muy bien lo antes dicho.
El otro tema es que se olvida de aquellos aspectos en los que Fujimori sí tuvo un impacto directo de forma negativa. ¿Qué tan buena es la educación universitaria en el Perú? ¿Y el transporte público? Aunque algunos defensores podrían atribuir estos problemas a los gobiernos sucesivos, la raíz de los mismos se remonta a los años noventa.
Si gran parte de la sociedad sigue defendiendo que el fin justifica los medios, será muy complicado avanzar en nuestra cultura política y muchos más si se protege al autoritario amigo y se condena al autoritario enemigo. El principio es el mismo, así sea de izquierda o de derecha, chotano o japonés; debemos enfrenar las grandes amenazas para nuestra sociedad desde la democracia.