La política peruana termina siendo, en conclusión, un cúmulo de malas intenciones mezcladas con intereses personales y angurria desmedida. Todos se creen los salvadores del país, todos creen tener una fórmula redundante para solucionar nuestras eternas crisis, todos creen estar más que preparados para afrontar la problemática social, todos se creen muy listos, aunque en el fondo la gran mayoría solo sepa insultar al contrincante, disminuirlo con adjetivos injustificados y apelar a una agresividad visceral solo entendible desde la nula salud mental que existe en el Perú.
Mientras que a la derecha tenemos un grupo de ególatras convencidos de que la única solución es privatizar hasta el aire que se respira. Y que sus liderazgos son tan -buenamente- aceptados que es inevitable que el pueblo termine votando por ellos. Estos “terruqueadores” profesionales y alarmistas del “fraudismo” que no tienen más argumentos que la economía de libre mercado y el respeto a la democracia, cuando les conviene, nunca van a escatimar esfuerzos en destruir todas las instituciones que se opongan a sus mandatos, leyes y prepotencias.
Al otro lado de la orilla tenemos a la inconexa e inconsistente izquierda peruana. Esa que se presentaba como la reserva moral del país (frente a la derecha) pero que asolaparon la podredumbre del gobierno de Pedro Castillo, aceptaron los escándalos de corrupción y callaron descaradamente mientras soñaban despiertos con un país gobernado por ellos. Sujetos como el prófugo Vladimir Cerrón que nunca supo cómo llegó al poder, asociando al destino con un golpe de suerte y argumentando las componendas políticas y las malas artes para gobernar como una “revancha histórica”. O los silencios cómplices de Verónika Mendoza y sus adláteres no deberían ser olvidados nunca en nuestra historia.
El voto debería ser, en la práctica, el método más efectivo para premiar o castigar a un político, es inconcebible que para el 2026 tengamos aproximadamente 30 opciones electorales, de las cuales ni el 20% es un voto coherente y decente. Ahora todos hablan de unirse en bloque para evitar la dispersión de votos y el aprovechamiento de los grupos radicales, pero esos mismos que hoy -desde el parlamento- hablan de un “voto consciente” son los mismos que se anularon las Elecciones Primarias, dejándonos en esta pantanosa situación, donde la ignorancia supina es tan grande que la derecha llama terroristas a todos los que discrepan de ellos, mientras que la izquierda llama caviares a los que no se alinean al pensamiento marxista.
Pero entre la derecha de López Aliaga o Keiko y la izquierda de Cerrón matizada con Antauro, estar del lado de los caviares siempre será un plan más decente.
Piurano, Comunicador Social y Administrador. Fui periodista más de un lustro y desde hace una década trabajo en Relaciones Comunitarias, pero siento que entre ambas profesiones existe una similitud: la sensibilidad social. Me gusta leer y escribir, tengo cuentos sin publicar y una novela a mitad de camino por falta de inspiración y valentía.