En esta distópica Piura en la que vivimos, donde la informalidad ha tomado todos los recovecos de la ciudad mientras que la autoridad municipal cree que hacer obras innecesarias y millonarias en una urbe ruinosa, insegura y desordenada es sinónimo de modernidad y crecimiento, esta vez el alcalde Gabriel Madrid busca priorizar otro proyecto, que más que causar emoción en los piuranos, causa estupor, indignación y dosis altísimas de desconfianza: la peatonalización de las avenidas Huancavelica, Ayacucho y la principal de todas, la avenida Grau, desde el óvalo hasta la Catedral.
En contraparte, los vecinos del centro de la ciudad firmaron un acta donde dejan por escrito su oposición al proyecto de peatonalizar el centro, básicamente porque un proyecto de tamaña envergadura debería ir acompañado de una licencia social y un riguroso estudio sobre los impactos que acarrearía en diversas aristas como comercio, tráfico vehicular, servicios, residencia, mantenimiento, fiscalización. A estos problemas se les deben acompañar soluciones, programas y actividades calendarizadas que el municipio tendría que ejecutar para evitar impactos negativos.
En el siglo pasado, ver a un alcalde en la calle era sinónimo de satisfacción. La gente corría a tomarse una foto o dirigirle algunas palabras, era un vecino ilustre. Podías discrepar, pero había cierto respeto. El penúltimo alcalde piurano, Juan Díaz, recibía insultos cuando marchaba, y el actual ni se atreve a salir porque sabe que lo detestan a rabiar. Por eso desconoce la calamitosa y ruinosa realidad de una Piura que no ha podido gestionar: veredas rotas, buzones sin tapa, pistas con hondos huecos que deben ser advertidos con llantas o ramas y suciedad por doquier, una ciudad color tierra, decadente.
Pero aun así, nuestro alcalde, quien se vendía como un candidato experimentado (tal vez en otras lides), solo será recordado por su deplorable gestión y un millonario y turbio parque de aguas que nadie pidió, que nadie necesitaba y que impuso como si la vida se le fuera en ese proyecto. Con esos 14 millones de soles hubiera podido solucionar el problema de inundación de la urbanización vecina El Chilcal, que lleva décadas exigiendo soluciones frente a cada lluvia que anega, como ingentes ríos, sus casas. Pero las prioridades del alcalde son otras, imaginamos cuáles, muy distantes de las verdaderas necesidades de esta desteñida y cada vez más inconsecuente Piura. Tal vez este sea el momento oportuno para plantear una revocatoria; ninguna autoridad puede avasallar el ímpetu de un pueblo ni imponer sus intereses subalternos a las reales necesidades de la población. Esto es Piura, señor Madrid, no es su chacra.
Piurano, Comunicador Social y Administrador. Fui periodista más de un lustro y desde hace una década trabajo en Relaciones Comunitarias, pero siento que entre ambas profesiones existe una similitud: la sensibilidad social. Me gusta leer y escribir, tengo cuentos sin publicar y una novela a mitad de camino por falta de inspiración y valentía.