Si hay alguna imagen potente de la situación de la capital, es una ciudad histórica surcada por calesas mientras la Línea 2 del Metro no logra construirse por falta del permiso correspondiente para el inicio de la obra, que le corresponde otorgar a la Municipalidad de Lima Metropolitana.
La circulación de calesas en una ciudad caótica por el exceso de tráfico, congestión de vehículos a toda hora y una alta contaminación, además del abuso animal, alienta una visión pasadista en una megaurbe de más de 10 millones de personas. La pérdida de horas hombre a diario es una realidad incuestionable.
El transporte urbano en la capital es de por sí precario e insuficiente. Hay que agregar el retroceso en las pocas iniciativas que en el marco de la reforma en el sistema público y privado se han ido dando en el Congreso de la República y el MTC. Se han difundido autorizaciones para circulación de taxi colectivo, se ha legalizado que los motociclistas obtengan licencia sin examen y otras medidas que aumentan el desorden y poco aportan a mejorar el sistema de transporte público masivo, que no resuelven las calesas, sino más unidades para el Metropolitano, nuevas líneas de Metro y mejor señalización y semaforización de la ciudad.
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Ya se ha planteado una denuncia de la concesionaria de la Línea 2 por barrera burocrática a la MML ante el Indecopi, que debe pronunciarse en el más breve plazo. Corresponde a la construcción de la Estación Central y a las obras que podrían atender a 660.000 usuarios desde Ate hasta el Callao. El plan de restricciones para circulación de vehículos en los cruces de la avenida Garcilaso de la Vega y Paseo Colón durante 13 meses tendrá que evaluar rutas alternas y horarios, pero no puede ser la causal de detener la operación de un proyecto priorizado, como es la Línea 2. Ya son 3 años que se espera la autorización y se trata de una obra que debió estar concluida en el 2020.
La burocracia no puede detener el desarrollo. Se trata de avanzar hacia un futuro en el que Lima cuente con un sistema integrado, eficiente y sustentable de transporte masivo de pasajeros. Una calesa no es precisamente el símbolo que la ciudad de 10 millones de habitantes necesita.
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