Es evidente que Alan García tenía enemigos. La campaña personal contra él fue un reciclaje del antiaprismo histórico, y luego se puso al día en los años 90, cuando se sufrían aquí las consecuencias de la catastrófica política económica de su primer Gobierno. Ni la derecha ni la izquierda jamás le perdonaron nada, por diversos motivos.
Hacia el 2018 la Fiscalía ya estaba bien entrenada en lo de perseguir expresidentes peruanos con la activa e interesada colaboración de la justicia brasileña. García venía manchado por un grupo de colaboradores eficaces que lo acusaron sin aportar pruebas, hasta hoy. Era, pues, un blanco atractivo para una Fiscalía ambiciosa.
Una prensa profesional de la falsa acusación, del innuendo y del datoide colaboró mucho en crear el clima para la persecución del expresidente. Por su parte, García siempre se creyó por encima de las zancadillas judiciales, y cometió el error de ponerse a su alcance físico, al aceptar un pedido de viajar a Lima a rendir testimonio.
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Ese mal cálculo fue parte de una cadena de errores y traspiés políticos que probablemente afectaron psicológicamente a García. El fracaso de la alianza electoral Apra-PPC (2015-2016) fue una de ellas. Buscar asilo en la embajada de Uruguay fue otro. Para ese entonces sus enemigos ya estaban operando a toda máquina.
El nuevo colaborador eficaz Villanueva ahora lanza la idea de que las conferencias de García muy bien pagadas por Odebrecht fueron consideradas clave por los fiscales para echarle mano, y tramposamente hacerlo pasar de testigo a investigado. ¿Conferencias dadas varios años después de haber dejado el cargo de presidente?
No hay duda de que Gorriti ha sido uno de los enemigos de García. Villanueva quiere enredarlo en una conspiración, pero carece de pruebas para ello. El Apra no ha necesitado esas pruebas para acusar al periodista desde el primer momento, pero también ellos tendrían que conseguirlas. Villanueva no ha cambiado nada en los términos de la tragedia.
En su carta de despedida, García dice que les deja su cadáver a sus enemigos. Muchos han visto en el suicidio la decisión de no ponerse en manos de los cazadores de expresidentes (fiscales hoy en problemas). Para sus amigos la suya seguirá siendo por mucho tiempo una tumba inquieta.
Un poemario cada tantos años. Falso politólogo. Periodismo todos los días. Natación, casi a diario. Doctor por la UNMSM. Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, Francia. Beca Guggenheim. Muy poco twitter. Cero Facebook. Poemario más reciente, Las arqueólogas (Lima, AUB, 2021). Próximo poemario, Un chifa de Lambayeque. Acaba de reeditar la novela policial Pólvora para gallinazos (Lima, Vulgata, 2023).