Sobre gestación subrogada, por Lucia Solis

‘‘Si se estigmatiza y criminaliza, no solo se reducen historias de vida a elecciones superficiales, sino que también se deshumaniza a las personas, especialmente a las mujeres que llevan a cabo la gestación subrogada’’. 

En su última reunión con el cuerpo diplomático en el Vaticano, el Papa Francisco calificó la gestación subrogada (técnica de reproducción asistida en la que una persona mantiene un embarazo, previo acuerdo de que entregará al bebé a sus apoderados previstos, según la OMS) como ‘‘deplorable’’ y pidió, además, que se prohíba ‘‘universalmente’’. Sin embargo, la complejidad de este tema requiere abordarlo con sensibilidad y desde un enfoque interseccional.

En primer lugar, se debería tener en cuenta que, aun con lo que implica la figura del Papa, su agenda y opiniones se basan en principios moralistas fundados en la doctrina católica; y ello ya es un sesgo. Se trata de la misma institución que considera las uniones homosexuales antinaturales y al aborto un ‘‘asesinato’’. Un análisis de la gestación subrogada no puede ser unidimensional, sino que hay que considerar las distintas razones y contextos que llevan a tantas personas a decidir llevarla a cabo, reconociendo siempre sus derechos y capacidad de agencia.

Algunas podrían tener el deseo genuino de contribuir a la felicidad de la familia con la que negocian, otras ven la gestación subrogada como una forma de ingreso legítima; también puede ser una opción extrema a la que se vean orilladas a acudir debido a situaciones económicas adversas. En ninguno de esos casos —y otros que no hayan sido mencionados — debería haber un señalamiento y una persecución.

Si se estigmatiza y criminaliza, no solo se reducen historias de vida a elecciones superficiales, sino que también se deshumaniza a las personas, especialmente a las mujeres que llevan a cabo la gestación subrogada. Por ejemplo, el uso de la definición ‘‘vientres de alquiler’’ fragmenta y cosifica; les reduce hasta ser solo una parte del cuerpo. No reconoce la multidimensionalidad de cada individuo y fomenta una narrativa en donde las personas quedan en último plano.

Pero las mujeres y otras personas con capacidad de gestar no son ni herramientas biológicas, ni ‘vasijas’, ni ‘vientres’. La dignidad intrínseca de cada uno debería ser la premisa para abordar el tema. Desafiar la deshumanización significa, también, cuestionar las narrativas que relegan a las personas involucradas a papeles pasivos. Por supuesto, sin excluir aspectos como la influencia de la mirada capitalista, las regulaciones vigentes, ataques contra los derechos humanos y el lucro que podría generar para terceros.

Más allá de declaraciones individuales de figuras prominentes, el desafío reside en reconocer la complejidad del tema, colocando la autonomía de las mujeres y personas con capacidad de gestar en el centro. Así, se podrá contribuir a un diálogo que contribuya, que comprenda, que respete y que proponga acciones desde un enfoque inclusivo, consciente y respetuoso de los derechos humanos.

Lucia Solis Reymer

Casa de Brujas

Periodista y editora de género en Grupo La República. Licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas y máster en Estudios de Género por la Universidad Complutense de Madrid.