Hoy se cumplen dos meses del ataque terrorista de Hamás a Israel, que dejó 1.200 muertes y 240 ciudadanos secuestrados. La respuesta de Israel está siendo con creces más sanguinaria y su estrategia tiene características de “limpieza étnica”. Según el Ministerio de Salud de Gaza, han muerto, hasta el momento, casi 16.000 personas, entre ellas, 40% niños. Observadores de la ONU consideran que, dado el nivel de destrucción de viviendas, el número podría ser mayor.
Israel ha dejado a Gaza sin electricidad, alimentos ni combustible según lo prometido por el ministro de Defensa: de tratar a la población civil como animales. La Organización Mundial de la Salud afirma que la situación humanitaria en la Franja de Gaza “empeora cada hora”, pues el ejército de Israel continúa bombardeando hospitales e intensifica sus ataques contra las zonas a las que ordenó huir a los civiles. La Unicef ha calificado a Gaza como el “lugar más peligroso del mundo para ser niño o niña”.
El Comité para la Protección de Periodistas ha informado la muerte de 61 profesionales a manos de las fuerzas armadas israelíes, en uno de los episodios más sangrientos desde su creación en 1992. Y la ONU ha informado que 130 funcionarios de esa organización han perdido la vida desde el inicio de la guerra. La situación es tan grave que, ayer, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, invocó por primera vez durante su mandato a una reunión del Consejo de Seguridad para que se imponga un alto al fuego que impida el colapso del sistema humanitario en Gaza.
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Martin Griffiths, coordinador de ayuda de emergencia de esa organización, ha dicho que la campaña militar israelí en el sur de Gaza ha sido tan devastadora como en el norte, creando condiciones “apocalípticas” y poniendo fin a cualquier posibilidad de operaciones humanitarias significativas. Además, ha señalado que la pequeña cantidad de ayuda que se permite entrar en Gaza ya no se puede distribuir.
Dos meses después del inicio de esta guerra sigue flotando la pregunta: ¿cómo es posible que la inteligencia de Israel no hubiera previsto al que denominó “nuestro 11 de setiembre”?
Según una reciente publicación del New York Times, Israel sabía de los planes de Hamás desde hacía más de un año, pues tuvo acceso a un documento, denominado ‘Muro de Jericó’, que incluía la descripción detallada de los atentados, los mismos que fueron desestimados por los funcionarios israelíes porque no pensaron que el grupo armado tuviera capacidad de ejecutarlo…
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El diario afirma que Hamás siguió el plan con una precisión asombrosa. En julio, una analista de la agencia de inteligencia israelí advirtió que Hamás había realizado un ejercicio de entrenamiento intenso similar a lo detallado en el plan. Ella había rechazado rotundamente que se tratara de “un escenario imaginario” tal como un coronel en la división de Gaza afirmó, ignorando su advertencia, según correos electrónicos cifrados revisados por el NYT. Ella señaló que el entrenamiento de Hamás era idéntico al contenido de ‘Muro de Jericó’. “Es un plan diseñado para iniciar una guerra”, alertó, tal como ocurrió.
Al día siguiente de la denuncia del NYT, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, dijo a ABC News que Estados Unidos “no puede verificar el informe” y no proporcionó ningún detalle cuando se le preguntó si el presidente Joe Biden había visto el informe, ni tampoco si la Casa Blanca discutirá el tema con el Gobierno israelí.
Habrá que estar atentos a las respuestas de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU ante el llamado del secretario general António Guterres y ver si los Gobiernos que podrían detener este asesinato en masa a civiles inocentes en esa región continúan respaldando las bombardeos indiscriminados de Israel y poniendo en práctica sus supuestos valores humanitarios. Como señala Martin Griffiths, “hay una lógica en esto, que es horrible y trágica y francamente apocalíptica y no se me ocurre una mejor manera de crear una generación de ira y extremismo que esta”.
Consultora en temas de comercio, integración y recursos naturales en la Cepal, Sela y Aladi. Ha sido funcionaria de la Comunidad Andina, asesora en el Mercosur y Agregada Económica de la Embajada de Perú (2010-2015) en Argentina.