En época de los griegos, un general e historiador llamado Tucídides sostuvo que la guerra era inevitable si una potencia en ascenso amenazaba el liderazgo de un poder hegemónico bien establecido. Escribió Historia de la guerra del Peloponeso, cuando Esparta lideraba la confederación griega y fue retada por Atenas. Llamada la ‘Trampa de Tucídides’, el enfrentamiento militar entre el número 1 y el 2 ha ocurrido muchas veces en la historia, pero no siempre. En algunos casos, la disputa ha sido pacífica. ¿De qué depende?
Durante la primera fase de la globalización, EEUU y China estuvieron bastante acoplados y la relación funcionaba con fluidez. Muchas empresas occidentales se instalaron en China para aprovechar su inmenso mercado y transfirieron capital y tecnología. Llegado un cierto punto, el desarrollo chino despegó por cuenta propia y la escala de su mercado colaboró con su acelerado crecimiento que, en solo veinte años, le permitió sobrepasar a todos salvo EEUU.
Desde que China se posicionó como número dos del planeta, se produjo un cambio de postura política en Norteamérica. El partido Republicano inició el giro bajo la presidencia de Trump, quien impuso sanciones al comercio chino y multiplicó los aranceles. Buscaba cortar la enorme importación de productos chinos y aunque fracasó en términos económicos, tuvo éxito político.
PUEDES VER: El péndulo del capricho, por César Azabache
En efecto, a continuación, los demócratas con Biden han continuado la línea en el tema China. Incluso, en esta administración, EEUU ha elevado el tono político, cuando la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, visitó Taiwán por todo lo alto. Beijing interpretó esa iniciativa como amenaza a una línea roja, porque nunca aceptará que Taiwán sea considerado un Estado independiente, sino provincia rebelde que algún día ha de volver, como ya ocurrió con Hong Kong y Macao.
La visita de Pelosi provocó la interrupción de las relaciones entre las Fuerzas Armadas y la diplomacia se enfrió abruptamente. En ese momento, a escala planetaria, la guerra estaba volviendo a definir la relación entre las grandes potencias. Primero en Medio Oriente, donde el conflicto histórico por Israel se agravó con las invasiones de EEUU a Irak. El terrorismo fundamentalista de ISIS nació en este contexto y las guerras de Siria volvieron un polvorín a la región. Luego ha seguido la invasión rusa de Ucrania y ahora el genocidio contra los palestinos. La guerra avanza sostenidamente en el escenario internacional y amenaza envolver a EEUU y China. Mientras tanto, las NU lucen impotentes.
Pero, desde comienzo de siglo XXI, EEUU ha estado regularmente involucrado en conflictos, mientras que China ha evitado comprometerse. Ha estado ausente de las guerras del Medio Oriente e incluso ha cumplido un rol mediador entre Irán y Arabia Saudita. Hoy, la gira de la misión panárabe que busca la paz en Gaza comienza por Beijing y evita Washington.
Por su parte, hace pocos días, Biden y Xi se han reunido en San Francisco en el marco de la APEC. Ese encuentro ha servido para limar asperezas y restablecer el contacto entre sus respectivas fuerzas armadas, un asunto esencial para evitar que la cuestión de Taiwán arrastre a China a la única guerra que realmente podría interesarle.
Los líderes de ambos países parecen asumir que la competencia por el liderazgo es un hecho fáctico, va a ocurrir de todas maneras. El asunto es mantener reglas y resolver la disputa por medios políticos. En ese caso, depende de la habilidad de cada potencia para formar bloques y ganar una competencia a largo plazo, donde economía, fuerza y persuasión serán las armas decisivas.
Para un país pequeño, como el Perú, lo ideal es recuperar la paz mundial y mantener relaciones provechosas con ambos polos. Cuando menos unipolar mejor.
Historiador, especializado en historia política contemporánea. Aficionado al tenis e hincha del Muni.