En el café de Nicanor, por Augusto Álvarez Rodrich

Implicancias de la denuncia al hermano de la presidenta.

Para una presidencia frágil como la de Dina Boluarte, cuya fortaleza principal es la mediocridad de la oposición que se la quiere tumbar, una denuncia de corrupción en su entorno cercano, como su hermano Nicanor, es un exocet a la línea de flotación.

La denuncia es que el pequeño distrito de Nanchoc (San Miguel, Cajamarca) recibió en octubre, poco después de que su alcalde, Nixon Hoyos, visitó a Nicanor Boluarte en su casa en Lima, un presupuesto para obras de S/20 millones.

Toda denuncia periodística bien sustentada, como esta de ‘Cuarto poder’, debe, por supuesto, investigarse por las autoridades correspondientes, como la Procuraduría anticorrupción que ya ha solicitado información documentada sobre el presupuesto transferido a la municipalidad de Nanchoc. Lo que debería evitarse, en cambio, es que el congreso se entrometa, pues nunca logra revelar nada valioso, salvo politizar las denuncias.

Lo que salta a la vista en este caso es, primero, el monto relativamente desproporcionado asignado a Nanchoc en comparación con jurisdicciones más grandes y de mayor población.

Segundo, que esto ocurriera luego de que su alcalde se reuniera con Nicanor, lo que recuerda la chingana de corrupción que montó alrededor de la obra pública el expresidente Pedro Castillo en la calle Sarratea con familiares y amigos hoy prófugos de la justicia.

Boluarte ha salido frente a la denuncia señalando que, como su hermano Nicanor no trabaja en el Estado, “está en su total libertad de recibir, discúlpenme el término criollo, a quien se le pegue la gana: es su cumpleaños”.

El problema es que no ser funcionario no es garantía de que don Nicanor no corte el jamón en el estado, como señalan varias versiones previas sobre su participación en la designación de gente en el sector público, sus disputas por espacios de poder con el premier Alberto Otárola, y su influencia en ámbitos como el de los prefectos, quienes este año sorprendieron marchando en el desfile de fiestas patrias, lo que algunos atribuyen a su iniciativa.

Como en la mesa más redonda del café de Nicanor cantado por Sabina, asociado en sociedad, con tales socios, se pueden imaginar que los amores van mal, mal, mal, mal, mal, mal, mal…

Augusto Álvarez Rodrich.

Claro y directo

Economista de la U. del Pacífico –profesor desde 1986– y Máster de la Escuela de Gobierno John F. Kennedy, Harvard. En el oficio de periodista desde hace más de cuatro décadas, con varios despidos en la mochila tras dirigir y conducir programas en diarios, tv y radio. Dirige RTV, preside Ipys, le gusta el teatro, ante todo, hincha de Alianza Lima.