Opinión

Thalía, por Lucia Solis

"Thalía Solís, como se llama y no como 'se hace llamar', fue liberada tras no hallarse ningún tipo de material ilícito en su poder. Sin embargo, el daño de haber sido deshumanizada a los niveles vistos queda (…)".

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Mientras que feminicidas, agresores y acosadores sexuales cuentan con el beneficio de la duda hasta cuando existen pruebas contundentes, basta una acusación desinformada para violentar e invalidar a toda una comunidad sistemáticamente vulnerable. Lo ocurrido en el colegio Rosa de América de Huancayo lo demuestra.

Thalía Solís es una mujer que utilizó un uniforme escolar para poder ingresar a este centro educativo y lograr estudiar, ya que no pudo hacerlo cuando era niña, según comentó una amiga suya para un medio local. Sin embargo, mediáticamente, lo que parecía importar no era la presencia de una persona adulta vestida de colegiala en el establecimiento, sino el hecho de ser trans.

Su verdadera identidad de género no se conoció hasta que se empezó a especular sobre ella en redes sociales, pues inicialmente solo se difundió lo que la policía informó. Fue así que se cometió un acto de vulneración total a Solís como mujer trans, ya que no se respetó ni su nombre social ni sus pronombres.

Un país que no reconoce la libre autodeterminación de género, sumado a una policía sin formación en temas de diversidad, provoca un terreno fértil para que ocurra este tipo de violencia transfóbica, la cual también incluyó la criminalización y la estigmatización de Thalía y, con ella, de las personas trans en conjunto.

Solís fue presentada con un nombre que no la representa al lado de expresiones como "depravado", "enfermo" y "monstruo" en la televisión al ser acusada de grabar a niñas dentro de los baños del colegio. Se incorpora a este caldo de cultivo del odio la ausencia de un enfoque de género en los diferentes ámbitos que conforman la sociedad.

Su caso no es el único. En el Perú, miles de personas trans son echadas de sus casas, despreciadas por sus familias y se ven obligadas a dejar sus estudios para buscarse la vida como puedan. Esta forma de criminalizarlas por ser quienes son solo las orilla y expone a mayor violencia.

Thalía Solís, como se llama y no como "se hace llamar", fue liberada tras no hallarse ningún tipo de material ilícito en su poder. Sin embargo, el daño de haber sido deshumanizada a los niveles vistos queda. Es nuestra responsabilidad repararla, dejando en claro que las faltas y delitos que puedan cometer las personas trans no tienen relación con su identidad de género, y que vincularlas solo provoca una mayor estigmatización contra ellas.