Por: Melina Galdos
No hemos hecho lo suficiente para salvar la estructura meritocrática del Consejo Directivo de la Sunedu y, en consecuencia, cualquier prospecto de monitoreo de la idoneidad de las carreras universitarias ha dejado de ser una posibilidad.
Lo más desmoralizador es que, pese a que anticipamos las consecuencias de un nuevo e improvisado Consejo Directivo, estamos lejos de ver la magnitud de su impacto en las oportunidades a las que accederán las nuevas generaciones de estudiantes universitarios.
La calidad de la educación no es un capricho de pocos sino un interés, consciente o no, de todos, y la falta de esta se observa en fenómenos que nos afectan diariamente. Según cifras del INEI para el 2022, tres de cada diez trabajadores con estudios universitarios son subempleados en Lima metropolitana.
Esto significa que casi un tercio de los trabajadores tienen empleos precarios que no permiten, por ejemplo, cubrir el costo de una canasta básica. Este problema se debe en parte a que la formación recibida no responde adecuadamente a la demanda de habilidades de los empleadores.
Si una universidad no identifica las necesidades del mercado y abre oportunidades de profesionalización y actualización para sus docentes, continuará formando profesionales cuyas competencias no son requeridas.
La Universidad Peruana de Arte Orval, cerrada por la Sunedu en el 2018, es un ejemplo. Entre las razones de su cierre estaba el incumplimiento del mínimo requerido de horas por ley en sus planes de estudio y la carencia de mecanismos de apoyo y seguimiento a sus egresados, sobre todo para encontrar trabajo.
El licenciamiento era uno de los mecanismos que tenía el Estado para asegurar que la educación universitaria sea un vehículo de movilidad social, una inversión de las familias para tener futuros más prósperos. Bajo la excusa de la autonomía, esta posibilidad se le ha sido crudamente arrebatada a quienes veían a la educación superior como una forma de salir adelante.
Investigadora en el Science Policy Research Unit de la Universidad de Sussex. Maestría en Políticas Públicas por la Universidad de Glasgow y es licenciada en Ciencia Política por la PUCP. Su trabajo de investigación gira en torno al rol de la tecnología y la innovación en procesos de transformación sustentables e inclusivos.