Me caso en septiembre

“Sin un registro fotográfico que avale uno de los recuerdos más limpios de sus 78 años, Henry repasa el día de su boda con Doris”.

Sin un registro fotográfico que avale uno de los recuerdos más limpios de sus 78 años, Henry repasa el día de su boda con Doris: la iglesia a medio construir, el público abrigado entre alforjas y canelazo, el sacerdote foráneo y el ramo de hortensias azulinas. Lo hace porque cuando la conexión era la juventud, pedir oídos atentos era más sencillo que ahora, durante la vejez.

Su compromiso fue una decisión que nació con una visita al pueblo de la sierra piurana —él era comerciante— y terminó con un adiós en el cementerio local. Ella tenía el corazón frágil y un día, luego de tostar café y preparar galletas de maíz, suspiró y detuvo el conteo de los años matrimoniales, 42.

Si bien Henry soportó los pésames masivos, fueron los seis hijos quienes luego sostuvieron su silencio largo, tan largo como las temporadas de cosecha, cuando los ocho integrantes se mudaban a la chacra acompañados de una radio a pilas y el deseo de que la señal de la emisora ecuatoriana —filtrada por azar o por cercanía con el país vecino— no se pierda en la ruta. Segundo Rosero configuraba el fondo musical y Doris, con su talento gastronómico, el banquete después de cada jornada.

Pero las escenas ya son opacas para el viudo que, en medio de los estragos de la edad, pelea por conservar un poco de lo que considera su etapa más valiosa, su vida conyugal. Él regresa a ese sí en el altar y, con algunas imprecisiones temporales, recuerda también cómo ella remendó su poncho color vino, cómo ahuyentó el mal de ojo que padecía el hijo mayor y cómo lo convenció de comprar un televisor a blanco y negro cuando el servicio de luz a tiempo completo llegó al fin a la zona rural.

“Papá, ayer fue el Día del Adulto Mayor. Hoy almorzaremos en tu restaurante favorito”, escucha Henry, quien dos minutos después contesta, ya con la mente puesta en el pasado, que su prioridad es otra: “Me caso en septiembre, debemos buscar el terno y cortar las hortensias azulinas”.

Camila Vera

Correctora web y columnista del espacio Glosario azul en La República. Periodista piurana (Udep) con experiencia en el género argumentativo y narrativo, y en la docencia de la gramática española.