Dr. Strange en el multiverso de la locura debe ser el mejor filme sobre maternidades tóxicas por el Día de la Madre. Dirige Sam Raimi, quien ostenta el galón de “autor” por los sellos de sus filmes de terror –gore, planos aberrantes, golpes de efecto, primeros planos de ojos bien abiertos– y a quien los fans de Spider-Man recuerdan con cariño por las primeras cintas de la era Tobey Maguire. De hecho, aquí la marca Raimi se siente fuerte en momentos lúgubres con demonios cadavéricos que revolotean y muertos vueltos a la vida, o en una escena de persecución por los túneles donde vemos a la Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) convertida en una especie de zombie.
Es injusto, pero para sacarle provecho al máximo a Dr. Strange 2 hay que ver antes las series de Marvel WandaVision y What If…?. Podría decirse incluso que estamos ante una coda a WandaVision; la historia se basa en la saga de cómics House of M (2005), la cual exploraba el sueño trunco de Wanda Maximoff/Bruja Escarlata de ser madre y las consecuencias de perder la cabeza ante esta realidad, buscando solución en otras.
Benedict Cumberbatch luce comodísimo en las diferentes variaciones del atribulado Dr. Stephen Strange, quien debe proteger a la joven América Chávez (Xóchitl Gómez), que tiene poderes que aún no domina. Más adelante, la Bruja Escarlata se convertirá en una amenaza no solo para este universo sino para varios otros a los cuales Dr. Strange, junto a Chávez, llevará su lucha. Chávez es hija de madres lesbianas, algo que celebrará la comunidad LGTB, pero el personaje no está del todo bien perfilado y carece de fuerza.
Asimismo, con toda su experiencia a cuestas, hay momentos en que a Raimi el filme se le va de las manos. La apertura es una escena con acrobacias torpemente ejecutadas y un pobre perfilado digital. La mano del estudio se nota en cortes abruptos y saltos de guion que desconciertan hasta al ojo menos entrenado. Por momentos confuso y atropellado, no estamos ante uno de los mejores filmes del Universo Cinemático Marvel.
Olsen alcanza tonos dramáticos inusuales en las cintas Marvel, revelando a su Bruja como uno de los personajes más complejos de la franquicia, además de ser una antagonista notable. En el fondo, los multiversos y la negación de Wanda esconden un sustrato alegórico sobre el peso insoportable de aceptar la realidad: Wanda es una viuda sin hijos –y, al parecer, la más poderosa de todos los Avengers–, pero sin la maternidad se siente vacía. El guion hace malabares digitales para distraernos de este discurso –en 2022, oxidado– sin brindar soluciones satisfactorias a la tragedia de esta heroína caída. Quizá algo se perdió en los minutos cortados por el estudio, solo nos queda esperar la tercera entrega.
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