La Universidad Católica está por suspender a 6 estudiantes por exigir una PUCP libre de agresores. ¿La razón? La difusión de testimonios contra dos profesores por violencia de género. Una de las estudiantes que podría ser suspendida es la presidenta de la Federación de Estudiantes y junto a ella otros representantes gremiales.
Esto es grave, no es cualquier procedimiento disciplinario. Es un intento de silenciar a representantes estudiantiles, la mayoría de ellas mujeres. De restringir su capacidad de acción y representación. Promoviendo esta sanción a las cabezas de la organización estudiantil, mandan un mensaje disciplinador al resto del estudiantado, en particular a las mujeres que estudian en la PUCP.
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Uno de los argumentos del secretario técnico de procesos disciplinarios de la universidad es que, en la propaganda en redes, la Federación de Estudiantes habría usado una foto de una protesta donde aparece la frase “PUCP de violadores”. Poner esa frase, dice el inquisidor, es acusar directamente de violación a los profesores. Si este inquisidor revisara la acción del movimiento feminista en el Perú y en América Latina, probablemente nos habría hallado culpables a todas.
El movimiento feminista irrumpe, sin permiso y sin decoro, en la escena pública para hacer entender la gravedad de la violencia que se ejerce contra las mujeres. Una violencia machista que tiene dos expresiones extremas: la violación y el feminicidio. En ambos casos se trata de un ejercicio de poder patriarcal que busca poseer a la mujer sin importar su voluntad. Nos transforma en objetos.
A veces la sociedad prefiere cerrar los ojos, no ver lo terriblemente violento que es para nosotras llevar esa vida “cotidiana”. Se busca silenciar y evitar el escándalo que incomoda. Y por eso, en algunas coyunturas —como cuando se procede a contratar a profesores sobre los que hay acusaciones de estudiantes— estallamos. No nos silenciamos. No permitimos que la comodidad gane. Generamos tensión.
Las mujeres en Chile gritaron: “El Estado opresor es un macho violador”. Dijeron que el violador es un juez, es la policía, es el presidente. Lo son porque son cómplices. Porque no quieren entender que atrás de la violación hay una cadena de hechos previos, insinuaciones, acoso, hostigamiento, ejercicio de poder. Este grito recorrió el mundo entero.
En nuestro país, muchas mujeres usamos el lema “Perú, país de violadores”. Teníamos que poner en evidencia la cruda realidad de miles de mujeres y el silencio cómplice de la sociedad. Usar un cartel con la frase “violadores” no es una acusación directa, es un grito para hacer entender que hay un ambiente no seguro, en el que estamos en riesgo. Más que suspender representantes estudiantiles por protestar, debieran de una vez entender que las denuncias de violencia no se acabarán. Este es tiempo de escuchar y no de silenciar.
Socióloga, con un máster en Gestión Pública, investigadora asociada de desco, activista feminista, ecologista y mamá.