El ausentismo en las elecciones presidenciales y legislativas en Chile (53%) así como en las regionales y municipales en Venezuela (57.7%) ganó el primer lugar en las elecciones del domingo. En Chile, pasaron a la segunda vuelta el ultraderechista José Antonio Kast con 27.9% y Gabriel Boric del Frente Amplio, apoyado por el Partido Comunista, con 25.8%. El surgimiento de estas fuerzas políticas es expresión del rechazo a las dos Alianzas que, con matices, administraron el modelo neoliberal heredado del general Pinochet durante las tres últimas décadas.
Un fenómeno similar estuvo a punto de ocurrir en el Perú si Rafael López Aliaga, la versión peruana de Bolsonaro y Kast, no se hubiera presentado en estado catatónico al primer debate presidencial. Entonces, hubiera podido disputar la segunda vuelta con la inesperada candidatura de Pedro Castillo.
En Venezuela, de las 23 gobernaciones en disputa, la alianza chavista Gran Polo Patriótico (GPP) se impuso en 18 de ellas, mientras que la alianza opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), en 2. En las municipales, el GPP ganó dos tercios de las localidades pero los resultados han sido descalificados por los medios por la poca participación. Poco o nada se ha mencionado sobre el escaso respeto que inspira Juan Guaidó, incapaz de armar un frente para derrotar a Maduro. Ante estos resultados, María Corina Machado, coordinadora de la opositora “Vente Venezuela”, que no participó en la contienda electoral, ha propuesto realizar “una elección popular no para elegir un presidente, sino un liderazgo digno, transparente y valiente que enfrente a Maduro y que lo saque del poder”.
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Pero para Estados Unidos y cinco decenas de países, Guaidó es el presidente interino de Venezuela. Sus representantes diplomáticos tienen asiento en el BID e inclusive pretendieron hacerlo en la última Asamblea General de la OEA lo que generó el enérgico rechazo de México, Argentina, Bolivia, entre otros. Perú guardó silencio, probablemente por la visita que realizará el martes a Lima su secretario general, Luis Almagro.
El secretario de Estado norteamericano, Anthony Blinken, ha asegurado que continuará trabajando con sus socios internacionales para usar “las herramientas económicas y diplomáticas” necesarias para presionar al Gobierno de Maduro, toda vez que el régimen “manipuló de una manera grosera el proceso para determinar el resultado de esta elección mucho antes incluso de que se depositara ningún voto”.
Los términos son distintos a los empleados por la Misión de Observación Electoral de la Unión Europea que, después de 15 años, envió 136 funcionarios a partir del 14 de octubre. La jefa de la Misión adelantó que las elecciones fueron una primera y crucial prueba para el regreso de la mayoría de los partidos de la oposición a la competencia electoral en Venezuela, que el Consejo Nacional Electoral –a raíz de las reformas de mayo de este año– es visto como la administración electoral más equilibrada que ha tenido el país en los últimos 20 años y que los comicios se desarrollaron con más garantías en comparación con procesos de años anteriores. Si bien señalaron que la campaña política estuvo marcada por el uso extendido de recursos del Estado, que existe falta de independencia judicial y la no adherencia al Estado de derecho entregarán un informe final en enero con recomendaciones para mejorar futuros procesos electorales. Ni la Misión de Observación Electoral ni los delegados del Parlamento Europeo calificaron las elecciones de farsa o fraude, que fueron ilegítimas o que hubo falta de transparencia. Por el contrario, aseguraron que el mecanismo de voto electrónico era fiable y que se constataron avances en el proceso electoral como parte del diálogo político que probablemente se retomará en enero.
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La ciudadanía no solo exige cambios en Chile y en Venezuela. Pero al igual que en el resto de la región subsiste una crisis de representatividad política que pone en peligro la democracia.
Ariela
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