“Seguiremos bregando por los cambios que el pueblo necesita”, señaló el presidente Castillo luego de que el Congreso otorgara la confianza al gabinete presidido por Mirtha Vásquez. En el mismo tuit, el presidente define su gobierno como uno que “impulsa la gesta de la reivindicación social”. Si bien hablar del pueblo y su reivindicación es común en la izquierda y en Castillo, no es novedad, vale la pena preguntarse qué implica esto, ya no como una oferta electoral, si no como acción de gobierno, cumplidos los primeros cien días de Castillo en el poder. ¿Qué es lo que “el pueblo necesita”? ¿Cómo va a ser reivindicado? ¿Cuál es el vínculo entre el pueblo y lo que el gobierno –en particular el gabinete Vásquez– puede hacer como proyecto de izquierda?
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¿Qué necesita “el pueblo” cuando la economía entra en “modo convivencia” con la COVID-19? Con las hospitalizaciones a la baja y con casi el 50% de la población inmunizada, la actividad económica reclama impulsos que en ningún caso deben gestionarse sin considerar que la presión del gran empresariado se orienta a “flexibilizar” el empleo (o sea, explotar al pueblo) y que el peso de la informalidad en manufactura, comercio y servicios mantiene no solo una parte de la economía fuera de la tributación, sino que también somete a la gran masa trabajadora –el pueblo– a la vulnerabilidad e inseguridad económica, física y vital.
¿Cuáles son las necesidades populares en el campo de la salud? ¿Qué decisiones propueblo puede tomar un gobierno de izquierda ante la precariedad del servicio público, la monopolización de la oferta de medicamentos y el contubernio entre aseguradoras, farmacéuticas y clínicas? ¿Qué se ha propuesto frente a las limitaciones de la infraestructura hospitalaria y a la deuda laboral y moral adquirida con las y los trabajadores del sector, la llamada “primera línea”? La respuesta a estas cuestiones puede potenciar la labor del ministro Cevallos más allá de su buen desempeño al frente de la vacunación, labor con la que dicho sea de paso ha callado a quienes anunciaban una catástrofe si la vacuna “se dejaba en manos de la izquierda”, a la vez que soñaban con privatizarla.
Otro gran frente de interés “popular” es la educación. El retorno a clases y la necesidad de adecuar las escuelas a los cuidados sanitarios se enfrentarán no solo con el desgaste de dos años de abandono y fallida virtualidad, sino con las pugnas por la evaluación (neoliberal) docente. ¿Se reduce la apuesta por el pueblo a las y los trabajadores de la educación inmersos en el conflicto del sindicalismo magisterial? O cabe preguntarse, ¿qué decisiones a favor del pueblo tomará el gobierno respecto a contenidos curriculares contra la violencia, como la ESI, que tercamente discute la derecha confesional? ¿Qué propone nuestro gobierno de izquierda en relación a la infraestructura, la brecha digital y a la postergada educación bilingüe intercultural? ¿Qué puede ofrecer el gobierno a las y los niños del pueblo que tienen derecho a educarse en su lengua materna, tanto como en castellano?
Y, así, podemos seguir preguntándonos por lo que necesita el pueblo en los demás frentes en los que encontramos una mezcla de urgencia y postergación histórica: la “segunda reforma agraria”, la base de datos de pueblos indígenas, los conflictos redistributivos en entornos mineros, la protesta frente a la actividad extractiva… ¿Gobernar para el pueblo equivale a dirigir “más inversión” o propiciar “más diálogo”? A los gobiernos anteriores esa fórmula no les alcanzó siquiera para lograr la gobernabilidad. Mal haría el presidente Castillo en limitarse a ella si su promesa es gobernar según las necesidades del pueblo y lograr su reivindicación social.
PCM Mirtha Vásquez Pedro Castillo
Socióloga por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Nací en Lima, en La Victoria, en 1988. Excongresista de la República. Fui Presidenta de la Comisión de la Mujer y Familia. Exregidora de la Municipalidad de Lima. Soy militante de izquierda y feminista.