Viejas huachafas

“Como escribió Mario Vargas Llosa en su célebre artículo ¿Un champancito, hermanito?, la huachafería está por todas partes. ‘Es un atraso en las costumbres’, añadiría Martha Hildebrandt”.

A veces creo que a este país no lo salva nadie. Ni dios. Y es que la sociedad que nos cupo en suerte es como una maldición. O un karma. La reflexión viene a cuento a raíz del incidente protagonizado por un par de vecinas de San Isidro en la librería Book Vivant, pocas semanas atrás.

No sé si vieron el video de las pintorescas tías de “Sani”, haciendo un estrepitoso papelón, suscitando vergüenza ajena, con tonito de “pásame la Manty”, y en ese plan. En menuda escena de salvar San Isidro de los terrucos como Sagasti.

Bueno. Si se lo perdieron, pues acá les reproduzco una parte resumida del asedio al pobre librero del mencionado local:

-¿Cómo es posible que, en San Isidro, en la mejor calle (Miguel Dasso), voten por Castillo, acepten que Sagasti venga acá y lo reciban como si fuera un rey? Es indignante. No entiendo. Y lo ponen en Facebook como si fuera la hazaña más grande del planeta. Me parece increíble -dijo exaltada la residente del distrito más rico de la ciudad.

-En este país hay libertad de expresión -replicó el librero.

-No se trata de libertad de expresión. Se trata de que son terroristas. Y Sagasti fue de los que apoyó a que los terroristas entren a la embajada del Japón. Así es que, dile al dueño que más le vale que no me lo encuentre tomando café en El Pan de la Chola. ¡Que se vaya a tomar su café a Chota! Con Castillo, obviamente. ¡Conchuuudo! Es más. Voy a hacer propaganda para que nadie, en la vida, le compre en su librería. Nadie. O sea, ya todo San Isidro sabe que acá, en esta librería, no se entra. ¿No te parece pésimo?

-Lo que me parece pésimo es su actitud -respondió el paciente librero.

-La mía no, porque yo estoy defendiendo a mi Patria. Estoy defendiendo a mi país. A mi gente.

Como escribió Mario Vargas Llosa en su célebre artículo ¿Un champancito, hermanito?, la huachafería está por todas partes. “Es un atraso en las costumbres”, añadiría Martha Hildebrandt.

Pero así es el Perú, ya saben. Una cosa irredimible. Y como ven, la ignorancia de la realidad atraviesa todas las clases sociales, de manera transversal.

Al final, el hecho quedará olvidado, o apenas será recordado como una anécdota. Pero será una de esas anécdotas reveladoras de la tara intolerante con la que viven muchos peruanos. Demasiados, si me preguntan. Demasiados.

Lamentablemente, basta una leída a los libros de Basadre para constatar que la cosa no es de ahora, sino que tiene que ver con nuestros orígenes. Y ya van doscientos años, y miren: no hemos cambiado un carajo.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.