Confesiones de un inquisidor

“Pero también es un intelectual de polendas. Uno puede diferir de él, pero su visión del presente, o de lo que somos, es ineludible. Es nuestro González Prada sin mostacho...”.

Leer Confesiones de un inquisidor (Debate, 2021), o las memorias de César Hildebrandt, es un placer. Un placer estimulante, intenso, tremendo. Eso, y es un repaso de la trayectoria del gran periodista, que es también una travesía por los últimos cuarenta años de la vida política del Perú.

De la mano de la periodista Rebeca Diz, quien lo entrevista a lo largo de diecinueve sesiones, adecuadamente ordenadas, que se consumen por dosis homeopáticas, y a veces a pesar del carácter del chúcaro César, podemos conocer al periodista contemporáneo más importante del país.

El libro refleja elocuentemente lo que significa ejercer dignamente un oficio, cuyo compromiso estriba en la búsqueda de la verdad con absoluta independencia. De principio a fin, Confesiones de un inquisidor es, asimismo, una declaración de principios.

“El periodismo, tal como lo concibo, es una pasión devoradora, una religión, una manera de ser (…) un safari, la aventura de unos tipos desordenados que se van a cazar las grandes bestias noticiosas y que nunca se sienten satisfechos con las cabezas obtenidas”, dice Hildebrandt al inicio, cuando descubrió su vocación en Caretas.

Para Hildebrandt, el periodismo no es una profesión, es su “manera de respirar”. Y para quienes lo hemos seguido, como un referente imprescindible, podríamos añadir que él ha hecho de esta vocación una suerte de arte marcial.

Hildebrandt, por lo demás, ha incursionado con maestría en todos los registros que puede tener esta ocupación. La entrevista. La crónica. La televisión. La radio. La investigación. El análisis. La dirección de diarios y semanarios. Y ahora último, le ha entrado al podcast. Es un cuatro por cuatro, por donde se le mire, digamos.

En una entrevista que le hice para mi librito Rajes del oficio (Planeta, 2007), Hildebrandt se autodefinía como “la duda agresiva”. Y supongo que algo de eso, o mucho, hay en el personaje. La “ira convertida en dardo”, como escribió el propio César en la introducción de Una piedra en el zapato (Tierra Nueva, 2011).

Pero también es un intelectual de polendas. Uno puede diferir de él, pero su visión del presente, o de lo que somos, es ineludible. Es nuestro González Prada sin mostacho.

Como adivinarán, Hildebrandt le regala abundantes frases agudas y aceradas reflexiones a Rebeca Diz en esta publicación. Me quedo con algunas que tienen que ver con nuestra historia reciente, y con el fujimorismo en particular:

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“Nunca se llegó al abismo moral al que nos lanzó al fujimorismo (…) Por eso es que la permanencia del fujimorismo llega a ser tan insultante para el Perú, tan degradante, tan obscena”.

Y si hay una idea recurrente en Hildebrandt, que atraviesa transversalmente las páginas de sus memorias, es sobre nuestra inconmensurable capacidad, o tara, para repetirnos machaconamente, como si estuviésemos “enamorados de la muerte”.

Pedro Salinas

El ojo de mordor

Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.