¿Quién es el enemigo?

“El trascendido es que el presidente había acordado con Cerrón que a los 100 días se revisaría la conformación del gabinete (fines de octubre, principios de noviembre...)”.

Esa es la pregunta que, con mayor cuidado, se debería hacer Pedro Castillo. En la dinámica polarizada del escenario político, la lógica bélica sigue ganando terreno. En su avance, mina la deliberación, los argumentos, la capacidad de persuasión. No tendría que ser necesariamente así.

Después de una campaña electoral donde de un lado se hablaba de “no más pobres en un país rico” y, del otro, “no al comunismo”, la composición del gabinete pudo ser una forma de plantear una propuesta donde, sin renunciar a sus objetivos, Castillo reconociese lo dividido del resultado. Sin embargo, el nombramiento de Bellido en la Presidencia del Consejo de Ministros expresa lo que une a Castillo y a Cerrón: ver en la oposición y los medios “limeños” a un enemigo común. Como bien ha señalado César Azabache, el gabinete está conformado bajo una lógica de delegados: los tuyos, los míos y los independientes. Sin embargo, cuando el fundador de Perú Libre y el profesor se miran frente a la oposición, ambos leen la misma situación como una de “ellos o nosotros”. Y, por diferentes motivos, Bellido es útil para ambos.

El gabinete ha sido criticado porque efectivamente hay personas cuestionables. Junto a Maraví está el ministro de Transporte y Comunicaciones, el de Cultura y otros, pero no se puede desconocer que hay también ministros que están trabajando bien. La última encuesta del Instituto de Estudios Peruanos muestra niveles de aprobación poco usuales como el 67% que tiene una opinión favorable sobre el ministro de Salud, el 49% que aprueba al ministro de Justicia y el 54% que considera que el ministro de Economía viene actuando correctamente. Difícil que alguien que lidera el MEF alcance esos niveles de aprobación, no se ha visto algo así en anteriores gobiernos. Pero no solo es lo que indican las encuestas. Se acaba de anunciar la llamada “segunda reforma agraria” y se escuchan voces discrepantes, pero nadie está cuestionando la presencia del ministro de Agricultura en ese cargo. El ministro de Educación viene liderando su sector y respondiendo a los retos que la pandemia le plantea. Lamentablemente, en lugar de optar por centrar su respuesta a la oposición con avances en la gestión y un mejor manejo de voceros políticos, Castillo optó por un provocador.

El trascendido es que el presidente había acordado con Cerrón que a los 100 días se revisaría la conformación del gabinete (fines de octubre, principios de noviembre). Pero desde Renovación Popular dijeron: “Vamos a interpelar ministro por ministro” (Montoya dixit) y feliz Bellido replicó que pedirían entonces una cuestión de confianza. Luego siguió la interpelación a Maraví y estamos frente a un parteaguas. Castillo ha venido navegando según la corriente, pero aumentó el caudal y el cauce se bifurca.

Al profesor no se le ve muy feliz con la incontinencia de Bellido o Cerrón, pero le son funcionales por la desconfianza que tiene frente a la oposición en su conjunto. A Bellido la provocación le sale natural. Hablar en quechua, insular a periodistas, chacchar coca en el hemiciclo, sus tuits son en parte una afirmación de identidad, pero también un estilo que busca confrontar y ganar respaldo de un sector de la población, ese es su juego, y el de Cerrón. Si Castillo se perjudica, es un tema colateral. Basta revisar los chats recientemente difundidos para entender cuánto les importa el actual gabinete. Qué precaria es la situación que, así y todo, el provocador le sirve también a Castillo para responder a quienes tienen fija la mirada en la vacancia.

El mandatario acaba de decir en Cusco que no hay hoja de ruta, que no cambiará la orientación del Gobierno. Nadie le está pidiendo eso. Lo que tiene que cambiar es a ciertas personas sin necesidad de renunciar a sus objetivos. Esa es la agenda que le conviene a él, aunque no sea la de su amigo Cerrón.

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La República

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