Hoy sabremos, según el tenor del primer discurso presidencial, quién es Pedro Castillo y hacia dónde conducirá al Perú. Hacia el abismo o hacia un gobierno de izquierda moderada. No hay término medio. Es lo uno o lo otro.
Si Castillo insiste en impulsar una Asamblea Constituyente o medidas populistas que no ataquen los problemas de fondo, como la pandemia o la crisis económica, pues ya adivinarán. Su gobierno será un desastre. Y sabe dios cómo terminará.
Avanzar con la vacunación y mejorar los servicios de salud es lo que dicta la realidad. Así como reactivar la economía y crear puestos de trabajo. Esas son las prioridades. Esos deberían ser los focos de atención del nuevo gobierno. Y eso es, por lo demás, lo que reclama “el pueblo”, según las últimas encuestas nacionales.
Si el presidente tiene algo de estadista y un poco de olfato político, solo tendrá que actuar de acuerdo con el sentido común y la sensatez. Y estos le advertirán que su mandato debe concentrarse en ambos tópicos. Y ojo. Asimismo, tiene que abrir el juego, porque, si no se ha dado cuenta todavía, su triunfo es consecuencia de un voto antisistema, y no de un voto ideologizado.
Encima tiene que ponderar que su condición es precaria. No tiene mayoría parlamentaria y carga con un inmenso lastre denominado Cerrón, por lo que, de mantenerlo, tendrá que asumir las consecuencias de tener por socio político a un personaje con ribetes delictivos. Cada vez está más claro, por lo demás, que, al costado de Cerrón, la serpiente del paraíso parece un gusanito carismático.
Otra cosa que debe enfatizar en su discurso es su posición respecto de la libertad de prensa. Sus mensajes sobre el tema, a lo largo de la campaña, han sido ambiguos y, por momentos, hasta han sonado amenazantes.
Hay quienes ven al profesor rural como un símbolo potente de cara al bicentenario. Y si me preguntan, sin duda lo es. Pareciera una oportunidad única e irrepetible que se le da al Perú para integrarlo y reconciliarlo. Castillo, además, empatiza muy bien, aunque explica pocas cosas.
Pero claro. La cosa pasa porque el presidente tenga, además de su condición de ciudadano del Perú profundo, algunas habilidades políticas y visión de Estado para lograr tremendo desafío.
Empero, me temo que solamente estamos ante un improvisado que tuvo un golpe de suerte, y que no tiene la más remota idea de lo que supone la responsabilidad de vestir la banda presidencial.
Quisiera equivocarme. Probablemente estoy pecando de ser un prejuicioso atávico. De repente Castillo está navegando con vela de cojudo, a manera de estrategia, para luego dar un giro de timón que nos sorprenderá positivamente a todos. Ojalá sea así.
Periodista y escritor. Ha conducido y dirigido diversos programas de radio y tv. Es autor de una decena de libros, entre los que destaca Mitad monjes, mitad soldados (Planeta, 2015), en coautoría con Paola Ugaz. Columna semanal en La República, y una videocolumna diaria en el portal La Mula.