El lugar de la mentira

“La explicación más sencilla para este comportamiento no solo inmoral sino estúpido es la de Goebbels: miente, miente, que algo quedará. Pero hay más en el fondo de la caja de Pandora”.

Una de las primeras consecuencias de la mentira de Martín Vizcarra acerca de su participación como voluntario en el ensayo clínico de la vacuna Sinopharm ha sido la proliferación de más mentiras en personas inescrupulosas que se subieron al carro de esa grotesca falta a la verdad. Se dijo en redes sociales –no vale la pena mencionar a estos cretinos canallescos– que los padres de los periodistas Augusto Álvarez Rodrich y Mónica Delta habían recibido las “vacunas de cortesía” que se aplicaron Vizcarra y su esposa. El detalle de que esas cuatro personas hayan fallecido antes del ensayo clínico no fue óbice para soltar esa posverdad (o verdad póstuma si se prefiere).

Asimismo, el inefable Merino de Lama “denunció” que Rosa María Palacios y el propio AAR también fueron parte de ese grupo de privilegiados. Otro personaje de esa cloaca máxima –la tubería principal del desagüe en el imperio romano– metió en la colada al padre de la exministra María Antonieta Alva. Ante la amenaza de querellarlo por difamación del ingeniero Alva, el pobre diablo –dice la Biblia que la mentira es obra del diablo– retrocedió y se retractó culpando a su “fuente” (eufemismo para su mente). Hay un deterioro evidente en la calidad de nuestra política. No solo por la emergencia de estas excrecencias, tan bien representadas por Merino y sus voraces usurpadores del poder o por el lumpen que abunda en el Congreso. Personas que antaño parecían prometedoras, hoy se muestran cada día más decadentes y dispuestas a suscribir cualquier mamarracho con tal de perjudicar a sus enemigos. Creen que asesinando la reputación de aquellos a quienes ven como obstáculos, acrecientan sus posibilidades de ganar una cuota de poder.

Al ver que la impunidad campea, se lanzan a proferir adefesios que serán desmentidos en cuestión de horas o incluso minutos. La explicación más sencilla para este comportamiento no solo inmoral sino estúpido es la de Goebbels: miente, miente, que algo quedará. Pero hay más en el fondo de la caja de Pandora. Hoy leí en un tuit que una persona equis escribía, salivando de entusiasmo tuitero: “Ojalá que cuando se revelen los nombres de las personas que se vacunaron con Vizcarra, salga el nombre de RMP”. Esa es otra clave de la compulsión a mentir en el espacio público: el goce de dañar a quienes percibimos como antagónicos por su manera de pensar.

La República

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