Vallejo existe y gracias al profesor Miguel Pachas Almeyda. Hoy más que nunca. Con su libro Anécdotas y curiosidades de César Vallejo. Y hay que leerlo para no salir de casa. Con Vallejo y sus secuelas, no puede existir buen periodismo sin el poder de la poesía. La comunicación simbólicamente sensualizada de una verdad. Ahora sí se entiende, por ejemplo, que ese maridaje es obligado a partir de las exigencias inéditas de las gramáticas de las nuevas tecnologías de la comunicación. La sintaxis es dinamitada con frecuencia por esto y aquello.
Muchos estudios se hicieron, no los suficientes. Vallejo es el peruano universal y es el periodista brillante que no desatiende tema o personaje. Testigo de su época, llega a ser como los poetas Darío o Martí, que, sin embargo, han dejado una profusa obra periodística. Son ellos los fundadores del llamado “Nuevo periodismo”, corriente de la que se apropió injustamente el norteamericano Tom Wolfe a principio de la década del 70 del siglo pasado y que sin embargo tiene matriz esencialmente latinoamericana.
Vallejo es pues abanderado de esta escuela. Aquella de ser la misma persona cuando redactaban sus crónicas periodísticas, que cuando se trenzaban en brava batalla contra las palabras, los versos o las imágenes de un poema.
El estilo de la prosa periodística de Vallejo es el uso del término exacto para la idea categórica. Hay en su escritura, galope y musicalidad. Es pues la suya, la palabra afable, caliginosa y humana. De esta manera, tiende a una lectoría social y universal solo con la finalidad de la verdad. Así se opone a la pedantería y a las modas. Los textos periodísticos de Vallejo, se adhiere con pasión a lo real de la realidad. Son escritos como arte liminar. Es decir, un canon amorfo y disforme de paradigmas fronterizos.
Se apropian así de cuanto género periodístico y de los otros que existen para instaurar en un mismo texto, lo que hoy podemos llamar hipervínculos antes considerados antagónicos o excluyentes. El estilo de Vallejo hace maridajes con historias reales y con la ficción, con el propio periodismo y con la literatura.
Hace el amor entre la objetividad y la subjetividad. El acto oral y el escribal. Entonces, convertido en un camaleón textual, goza de una iluminada hibridez. Se mimetiza y se erecta. El periodismo de Vallejo roza con la retórica de las ideas, la reflexión, la interpretación y el ensayo sociológico. Juega con la crítica y arma un constructo de no ficción. Por eso tiene un carácter anticanónico y antivicario. Vallejo. La vacuna.
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