Eduardo Borrell. Licenciado en Filosofía.
Hoy vivimos en una época crítica, es decir, de crisis, en la que continuamente criticamos. “Criticar” no significa etimológicamente juzgar mal, sino discernir, separar los aspectos buenos de los malos en una realidad.
Cuando decido emitir una opinión acerca de una sociedad –es decir, criticarla– ¿qué criterios conviene utilizar? Proponemos algunos que a continuación enumeramos.
Uno. Una sociedad es valorada de forma más objetiva cuanto más se la analiza o critica en comparación con las sociedades existentes en el mismo periodo histórico. La historia enseña. Ejemplo: en 1864 los ciudadanos brasileños, uruguayos y argentinos no eran tan felices como los paraguayos, quienes gozaban en su prosperidad y armonía.
Dos. Comparar la situación actual de una sociedad con otra situación anterior de la misma. La historia enseña de nuevo. Aquel mismo venturoso Paraguay, único país latinoamericano que se había independizado prácticamente sin balas, tras la famosa Guerra de la Triple Alianza, o sea, en 1870, se convirtió en una sociedad de sobrevivientes (quedaron con vida –dicen- solo 4 de cada 10) y de mujeres.
Tres. Con frecuencia sucede que se percibe mejor por dónde camina una sociedad fijándonos especialmente en quiénes la atacan, por más que no dejemos de poner atención en aquellos que la defienden. ¿Verdad que no es necesario poner ejemplos?
Cuatro. ¿Cómo determinar cuán democrática es una sociedad? El siguiente puede ser un buen criterio para ello: cuando sus decisiones dejen de ser tomadas por el 51% de su ciudadanía y, en contraposición, comiencen a ser tomadas –tras un diálogo real– en forma acordada por todos. Las auténticas “comunidades andinas” han ido proporcionándonos un excelente ejemplo de democracia sin necesidad de la ONPE.
Cinco. Criterio complementario del anterior. “Demo-crática” es la sociedad que, mediante sus políticas, logra producir una ciudadanía sana y educada, la cual vota en libertad para escoger a sus representantes.
Seis. Para calibrar una sociedad, un criterio fundamental –como sin duda alguna coincidirán conmigo– es detenerse a pensar qué tanto va acabando con las inequidades. Confesaré que, durante una visita personal en 1992 a la Cuba de Fidel, tuve la impresión de que, a pesar de sus imperfecciones, nunca había visto una sociedad tan equitativa.
Siete. El criterio kantiano para valorar una ética personal es válido igualmente aquí: que su manera política de proceder pueda convertirse en norma para todas las sociedades.
Ocho. Observar si las políticas de una sociedad persiguen una vida “feliz” para toda la ciudadanía sin exclusión alguna. Una sociedad demuestra que está a favor de la vida cuando no intenta jamás solucionar sus problemas suprimiéndolas; asimismo, cuando se propone como objetivo prolongar la vida auténtica, no exclusivamente que durante una mayor cantidad de años se prolongue el bombeo en las válvulas cardíacas de sus habitantes.
Nueve. Y, a propósito de la vida, otro signo de buena sociedad será el de aquella que siente las bases para que la ciudadanía decida procrear en forma inteligente.
Diez. El conocido criterio evangélico de no señalar la pajita en el ojo ajeno sin antes reconocer la estaca en el propio tiene también validez cuando miramos a otra sociedad. ¿Quiénes somos nosotros para condenar sociedades como la chavista venezolana?
Once. Solo puede ser democrática una sociedad de personas informadas, saludables, con capacidades y tiempo para pensar y que se expresan en libertad.
Doce. Y un último criterio, con necesidad de precisiones sin duda como tantos otros, es preguntarse hasta qué grado, circunstancias y frecuencia prevalece de hecho en una sociedad la legalidad sobre la justicia. ¿Acaso no son legales muchas de nuestras inequidades? La Constitución no es la Biblia; ni la Biblia, por cierto, es susceptible de ser interpretada siempre y ubicuamente en una sola forma exclusiva.
Con estos parámetros o criterios, invito ahora a criticar nuestras sociedades.
Redacción La Periferia es el Centro. Escuela de Periodismo – Universidad Antonio Ruiz de Montoya.
Los artículos firmados por La República son redactados por nuestro equipo de periodistas. Estas publicaciones son revisadas por nuestros editores para asegurar que cada contenido cumpla con nuestra línea editorial y sea relevante para nuestras audiencias.