La tragedia permanente de Carapongo
Desgracia. Ya lo habían perdido todo en agosto del 2017 a causa de los huaicos de El Niño costero. Tres años después el asentamiento humano Santa Rosa de Carapongo sigue implorando ayuda. El eterno retorno de una cruda realidad.
Texto y fotos: Jorge Cerdán
Confinado
¿Cómo se vislumbra el horizonte desde un cuarto vacío? ¿De dónde se sacan fuerzas para continuar? La gran pregunta sobre la que giran los días del huancavelicano Ezequiel Laimi, un muchacho vital de 25 años, hoy desempleado como tantos. El restaurante de San Juan de Lurigancho donde se ganaba la vida paró. Y él tendrá que darles un nuevo uso a sus manos.
Coraje
Las madres deben ingeniárselas para alimentar a sus hijos con lo que no tienen. En las tardes, vecinos de zonas aledañas les donan productos.
Detenidos
Los mototaxis, la principal fuente de ingresos de muchos pobladores, yacen enterrados debido a la paralización del transporte. Un cementerio.
Desconectado
Carlos Cushihuamán, estudiante de Ingeniería Industrial, hace sus trabajos en otras casas por la falta de Internet en la zona.
Solidaridad
La desolación que vi a mediados de 2017 cuando pisé Carapongo por primera vez continúa. Pero también la hermandad en cada una de las familias. Ante el olvido del Estado, solo ayudándose unos a otros resistirán.
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